guam island: una colonia de la que pasamos olímpicamente

guam island: una colonia de la que pasamos olímpicamente – Una mañana de principios de marzo, los pobladores de una plácida isla en la mitad de un extendido océano vieron como tres pequeños barcos de vela se acercaban. Las tripulaciones de esos navíos vestían ropas harapientas, con la piel quemada por las largas horas al sol. Sorprendidos, fueron a la playa con sus canoas, y abordaron las embarcaciones para darles la bienvenida a los visitantes.

Este fue el primer contacto de los chamorros con una expedición europea. Era el 6 de marzo de 1521, y Fernando de Magallanes acababa de conocer la isla de Guam. Magallanes y los suyos consiguieron seducir a los originarios de que les diesen víveres y provisiones. Antonio Pigafetta, el cronista veneciano de la expedición y el primer hombre en utilizar el nombre «océano Pacífico» en un mapa, no guardó un óptimo recuerdo de la primera visita a Guam. La bautizó como «isla de los Ladrones».

La Corona no tardó en llevar a cabo de la travesía entre América y Asia una de sus rutas oficiales de comercio. Los navíos se detenían en Guam para reaprovisionarse. Según algunos autores, los españoles se habían desviado para llevar a cabo escala en Hawái, un hallazgo que se mantuvo en misterio en los ficheros reales. Los chamorros, tras años de calma, comenzaron a tener visitas ocasionales de buques españoles llenos de marineros hambrientos.

Agradecidamente o lamentablemente para los pobladores de la isla, que algo fuera insignificante jamás fue un obstáculo de peso para los siempre activos misionarios de la monarquía católica. En esa época, en la época del siglo xvii, irse de misionero a Manila exigía ser un tipo muy tozudo. La travesía de Sevilla a Veracruz duraba, con suerte, de dos a tres meses. Tras eso era primordial atravesar México a pie, otro mes extenso de sendero. Una vez ahí, el galeón de Manila tardaba 4 meses.

Lamentablemente, como ocurrió en otros sitios, los colonos españoles no solo trajeron Biblias, sino también patologías, y los originarios comenzaron a padecer una sucesión de epidemias. Redujeron la población de la isla de veinticuatro mil a menos de nueve mil en solamente dos décadas. La cosa acabó como siempre terminan estas historias, con la guarnición liándose a tiros con los originarios. Veinte años de insurrecciones y guerrillas.

Guam era cordialmente detestada por las autoridades españolas a los dos lados del Pacífico. Los gobernadores de Filipinas llegaron a ofrecer normas secretas a los galeones para que la evitaran. La Corona se preguntó qué narices hacían pagando tres compañías de soldados, un gobernador y un puñado de gobernantes para tener contentos a los 4 chiflados jesuitas que estaban evangelizando a los pobladores de las Marianas.

El capitán del USS Charleston, probablemente asombrado por la inoperancia local u orgulloso del aspecto sorpresa, disparó trece cañonazos al fuerte español que vigilaba la entrada al puerto. Nadie resultó herido porque en el fuerte no había nadie. Los españoles enviaron un bote con dignatarios hacia el crucero inmediatamente, no para quejarse o rendirse, sino para solicitar perdón porque la guarnición no tenía pólvora y no podían responder a las salvas de honor. Fue entonces cuando el capitán Glass les comunicó que sus países estaban en guerra y, como resultado, debía tomarlos prisioneros.

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