El tango de la Guardia Vieja: el eco melancólico de una época

«El tango de la Guardia Vieja»: Pasión, destino y el eco melancólico de una época

Si el tiempo tuviera banda sonora, el tango sería su lamento más seductor. Eso parece sugerir Arturo Pérez-Reverte en su novela «El tango de la Guardia Vieja», una obra que hilvana amor, traición e intriga con la precisión de un bordado antiguo. Publicada en 2012, esta novela lleva al lector a recorrer los salones lujosos y las esquinas sombrías de tres momentos históricos clave del siglo XX, desvelando los entresijos de una relación tan inevitable como imposible. Pero detrás de la danza de los personajes, se mueve algo más profundo: un juego entre el destino y la melancolía que solo el tango podría narrar.

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Origen: EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA: PASIÓN, MELANCOLÍA Y DESTINO – DIARIO + LIBROS ONLINE

¿Qué esconden las sombras del tango?

En el universo de Pérez-Reverte, el tango no es solo un baile; es un lenguaje. Desde los barrios bajos de Buenos Aires hasta las elegantes pistas de baile de la Riviera francesa, el tango aparece como un personaje más, un testigo mudo que encapsula la pasión, el dolor y las contradicciones de sus protagonistas, Max Costa y Mecha Inzunza. Para Max, un seductor profesional con más cicatrices que recuerdos felices, el tango es un símbolo de la lucha interna entre el deseo y la resignación. Para Mecha, una mujer atrapada entre el deber y la tentación, es una melodía que siempre regresa, como un eco de lo que pudo haber sido.

El autor describe al tango como un «baile para sufrir o matar», y no es casualidad. Cada paso en la pista refleja los conflictos que atraviesan Max y Mecha a lo largo de tres décadas: el amor como arma, la nostalgia como cárcel.

Años 20: El esplendor de Buenos Aires y el nacimiento de un mito

La novela comienza en un Buenos Aires de los años 20, un lugar donde el tango no es solo música, sino identidad. En ese entonces, los salones de baile reunían a la alta sociedad y a los inmigrantes que, entre acordes de bandoneón, buscaban olvidar sus raíces humildes. Es aquí donde Max Costa, un joven bailarín de origen humilde, comienza a forjarse una vida en la que las apariencias lo son todo. Pero el lujo que lo rodea no es más que un espejismo, un reflejo de las desigualdades sociales que marcaron una época de excesos y opulencia.

Mecha aparece como una figura enigmática, una mujer que brilla con luz propia pero cuyos secretos parecen más profundos que el Río de la Plata. El tango que bailan juntos no es solo un acto social; es un duelo. Cada giro, cada pausa, es una batalla por el control de una relación que apenas comienza.

¿Puede el amor sobrevivir a la guerra?

En los años 30, la acción se traslada a la Riviera francesa, un refugio para aquellos que, como Max, viven de las sombras de los demás. Aquí, el glamour de las fiestas contrasta con la inminente amenaza de la Guerra Civil Española y los conflictos ideológicos que dividen a Europa. Pérez-Reverte, siempre hábil en la recreación histórica, utiliza este escenario para explorar cómo el amor y la política pueden ser tan letales como un puñal escondido.

Max y Mecha vuelven a encontrarse, pero la guerra no solo se libra en los campos de batalla; también está presente en sus miradas, en lo que no se dicen. El tiempo los ha cambiado, pero el tango que comparten sigue siendo el mismo: un baile de pasión y reproches.

Años 60: Ajedrez, espionaje y la última partida

Finalmente, la novela nos lleva a la Italia de los años 60, donde un torneo de ajedrez se convierte en el telón de fondo para un enfrentamiento que va más allá del tablero. En Sorrento, Max y Mecha se encuentran por última vez, ahora como dos náufragos de sus propias decisiones. Mientras el mundo vive la Guerra Fría, ellos juegan su última partida, moviendo piezas que no siempre controlan.

Aquí, el tango ya no es un baile; es un recuerdo, una reliquia de un pasado que nunca podrán recuperar. Pero, ¿quién ha ganado realmente en esta partida? ¿El amor o el tiempo?

¿Por qué leer «El tango de la Guardia Vieja»?

Más allá de su trama envolvente, «El tango de la Guardia Vieja» es un retrato de las complejidades del alma humana. Pérez-Reverte, con su estilo característico, teje una historia donde cada detalle importa, desde el sonido de un bandoneón hasta las luces de un salón de baile. Los temas de la novela —la pasión, la melancolía, el destino— resuenan como una melodía familiar, una que invita al lector a reflexionar sobre sus propias contradicciones.

Frase para recordar: «El tango original no era para bailar con los pies, sino con el alma».

Al cerrar el libro, una pregunta queda flotando: ¿cuántos de nosotros hemos bailado un tango que no queríamos terminar? Quizá esa sea la verdadera enseñanza de la novela: que la vida, como el tango, está hecha de pausas y silencios, de pasos errados y giros inesperados. Pero también, de momentos en los que todo encaja, aunque solo sea por un instante.

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