La bazofia que riega sus cabezas marcha como metáfora del destino de Simon John Ritchie, nuestro Sid Vicious, que fue detenido por el homicidio de su novia Nancy en una Gira de los Pistols en E.U. para fallecer meses después por una sobredosis de heroína que le dio su propia madre.
Alan Parker se detiene en este punto en Sid Vicious, el icono salvaje del punk. De este modo define el libro Malcolm McLaren, autor del prólogo y dueño de la tienda de tendencia Letit rock, el epicentro del último movimiento contracultural genuino de la ciudad de Londres. Mas el texto de Parker nos revela aspectos más ignotos del icono más salvaje de una generación, del ideólogo del punk, ese ser con actitud salvaje aunque no fuera nunca un erudito del bajo. De sobra es sabido que la mayoría de los músicos del punk no han hecho otra cosa que aporrear la guitarra.
El creador se explaya en la niñez de nuestro protagonista, una etapa que va a marcar a fuego la personalidad y el carácter de un chaval que “era punk antes de que McLaren entrase en escena, desde el momento en que se tiñó el pelo por vez primera, en 1975”.
Son declaraciones de Ann, su madre, la que crió al pequeño en Ibiza, donde se ganaba la vida vendiendo canutos a los turistas y donde aprendió los secretos culinarios con el ajo. Las recetas se mudaron con ella a Londres, puesto que los pequeños se reían del pequeño Sid porque le olía el aliento. Era una madre cariñosa pero descuidada. Los registros del instituto reflejaban que el pequeño jamás fue acompañado a clase. Quizás de ahí que se comprenda que el muchacho se refugiara en su hurón, por el que sentía devoción.
Sid abandonaría pronto el nido. Para entonces ya se inyectaba speed al lado de su progenitora, y empezaría con su etapa Naranja mecánica en New Court, asfixiando gatos y atracando a ancianos.
¡Tremendo imbécil a partir del que hemos creado un ídolo!
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