ASÍ VEÍAN EL HOGAR FUTURO EN LOS SESENTA – Un fenómeno, curiosamente contrapuesto al futurismo, fue el movimiento hippie. Aquellos jóvenes, hoy viejos y aburguesados, dieron la espalda a la modernidad, puesto que les parecía fría y deshumanizada. Reanudaron estéticas del pasado como el Art Decó. Con los hippies llega asimismo la psicodelia, y si los cincuenta habían sido “beige”, los sesenta fueron un explosión de color que alcanzaba su punto máximo extremis con el pop art. Esta corriente influenciaría a los decoradores que plantearon interiores sintéticos, excéntricos, en los que prevalecían los colores primarios .
Aparecieron nuevos materiales que fueron utilizados por los diseñadores industriales: acrílico, plexiglás, espuma de látex, lonas tratadas con vinilo. Los materiales sintéticos fueron los preferidos de los futuristas. Y los hippies preferían lo natural y orgánico. Así se sentaron las bases de lo que hoy conocemos como ecofriendly. Al tiempo que aparecía el taller industrial, la mecanización, la tornillería, el decoletaje, las cintas y cadenas de producción, se convivía con una juventud que pretendía, en apariencia, volver a la Edad Media.
Los sesenta fueron una década espectacular, de carácter muy singular. En esos años se sentaron las bases de una corriente que impactaría al resto del SXX: el postmodernismo.
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Al tiempo que la población urbana del planeta explota, nuestros pisos podrían estar en treinta años mejor, ser ultra-inteligentes y organizados conforme a los principios de la automatización del hogar. En lo que se refiere a la arquitectura, la relevancia de la impresión en 3D podría influir en una creciente movilidad.
En mil novecientos cincuenta y seis, Alison y Peter Smithson efectuaron para el Jourrnal Daily el primer “viaje” imaginario a lo que sería la casa del año dos mil. Sesenta años después aquellas previsiones han fallado bastante. No viajamos en vehículos voladores ni convivimos con robots humanoides a nuestro servicio, aún…
Pero aquellas utopías se quedaron cortas. Nadie fue capaz de adelantarse a la infinita miniaturización de la tecnología o a las posibilidades de Internet. Conceptos como autosuficiencia energética y la integración de los ecosistemas naturales en la urbe alimentan hoy la mayor parte de las proyecciones futuristas. Hacer cábalas sobre de qué forma vamos a vivir en el futuro ha sido siempre una necesidad humana.
Si en los años sesenta las ideas se enfocaban cara al potencial de la tecnología para hacernos la vida más simple, en nuestros días la sostenibilidad es el mayor reto que tenemos. Cada escuela plantea sus soluciones. Pero lo que queda claro es que todos coinciden en varias líneas: reducción de las emisiones de CO2 en la construcción, protección de la biodiversidad, integración de microecosistemas en la arquitectura, supresión de compuestos tóxicos, radiaciones y magnetismo, administración de los recursos naturales, y aprovechamiento de la luz del sol, el agua de la lluvia y la geotermia.
En dos mil nueve el Wall Street Journal publicaba de la mano de William McDonough un documental sobre de qué forma sería la casa sustentable del futuro. El autor del modelo Cradle to Cradle planteaba una residencia biomimética y simbiótica con la Naturaleza. McDonough hablaba ya del gran avance estético de los captadores fotovoltaicos. Y no solo predecía la autosuficiencia, sino que iba más lejos al aseverar que “la casa del futuro amontonaría beneficios ambientales con el tiempo. Quería decir que cuando la vida útil de una casa se concluya, sus materiales se transformarán en nutrientes para la industria o bien para la biosfera.
Alison y Peter Smithson participaban en los sesenta activamente en las discusiones sobre el futuro curso de la arquitectura moderna. Con sus polémicas y proyectos, sentaban los cimientos del New Brutalism y el Pop art. Tenían fama de inconformistas. Sus diseños de casas y la preocupación por la «habitabilidad», se notaba en que, a pesar de ser grandes seguidores de Le Corbusier, rechazaban su idea de la residencia como una «máquina para vivir».
Los Smithson consideraban que la casa es un sitio singular que debe adecuarse a su emplazamiento, y satisfacer los requisitos comunes de la vida, tomando en consideración las pautas de empleo personales de sus habitantes. Su optimista Casa del Futuro de mil novecientos cincuenta y seis y sus renovaciones desembocaron en la «Hexenhaus», su casa de cuento alemana, en los ochenta.
En las pantallas del cine, y en los textos de las novelas, desde hace muchos años, encontramos esta visión estética que abundó en los cincuenta y singularmente en los años sesenta, y que a mi, si me seguís a menudo lo habréis notado, me encanta.
ASÍ VEÍAN EL HOGAR FUTURO EN LOS SESENTA
Casa del futuro
Una visión anticipatoria del hogar futuro, y no utópica, era debido a las promesas que venían de la conquista espacial y de la miniaturización merced a los transistores y a las máquinas. El avance de la técnica y la tecnología se iría incorporando a los hogares. Máquinas automáticas, pantallas de TV y las telecomunicaciones,transporte a mayor velocidad, aire acondicionado…
La compañía de electrónica Radio Corporation America creó su propia versión de una residencia futurista ya en mil novecientos treinta y nueve. El comedor estaba infestado de televisores y transmisoras de radio. Tenía un proyector de películas, una grabadora de sonidos y una máquina de fax que daba las noticias de cada mañana.
En los cuarenta ya soñaban con una TV de enorme pantalla. Y eso que no tenían Xbox ni PlayStation. En USA los televisores aparecieron en los años veinte, pero la Gran Depresión frenó su avance. Reaparecieron después con más fuerza. Pero durante la II Guerra Mundial aún eran un juguete de los más ricos.
En los cincuenta, lo que se llevaba eran los botones. Los adelantados solo veían un futuro infestado de este mecanismo. Todo funcionaba con botones, de esos cuadrados e iluminados y de distintos colores. Casas infestadas de botones para todo, para abrir las ventanas y hasta para hacer el café. Hasta un botón para activar al robot que se encargaría de darle a todos los botones de la casa. ya se hablaba de huellas digitales y de comandos de voz. No estaba mal. Hasta aquí hemos llegado, y ¿ahora que?