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Ruta STEAMPUNK: Epsom, Galveston, Waltham y Atlanta

Ruta STEAMPUNK: Epsom, Galveston, Waltham y Atlanta

STEAMPUNK como método: mapa vivo, taller y negocio

Cuatro plazas, una gramática: artesanía, tecnología, público

Estamos en octubre de 2025, entre Epsom, Galveston, Waltham y Atlanta, y el STEAMPUNK late como laboratorio abierto. La idea central es simple: unir oficio y tecnología en plazas cívicas y megaconvenciones, donde el retrofuturismo victoriano no solo posa, sino que itera, aprende y vende con reglas claras, seguridad y humor.

“Diseño con latón primero, silicio después.”

Camino entre teteras con ruedas y bobinas que rugen como felinos educados. En el Surrey Steampunk Convivial de Epsom, el ambiente es de club maker con ironía británica: talleres, artes aplicadas y high tea donde la estética vintage industrial se convierte en prototipo listo para el siguiente drop. Cruzo el charco y aterrizo en Moody Gardens, Galveston: la performance tecnológica manda, con bobinas de Tesla, circo aéreo y aventuras verneanas que validan wearables retro y props cinéticos como I+D a la vista del público. En Watch City, Waltham Common, la memoria relojera legitima el juego: plaza abierta, makers y vendors, escenario cívico y patrimonialización industrial que permite testear sin fricción. Y en Dragon Con, Atlanta, el músculo: desfiles, mercado especializado, talleres técnicos y sesiones de lookbooks que conectan cosmakers con cadenas de suministro. Aquí la Historia Alternativa cierra el círculo y abre la caja registradora.

By Johnny Zuri

El XIX no vuelve: lo usamos como interfaz. Mecánica expuesta para explicar, electricidad teatralizada para emocionar y etiqueta victoriana como house rules que ordenan el tumulto sin matar la magia.

¿Cómo integrar microcontroladores en corsetería STEAMPUNK?

“Que parezca latón aunque piense en C.”

Yo sigo una regla: latón primero, silicio después. Primero resuelvo la pieza como si fuera cien por cien victoriana; luego incrusto la lógica como si fueran placas de fabricante, guardas o medallones.

JOHNNY ZURI CON SUS AMIGOS ROBOTS RETROFUTURISTAS
JOHNNY ZURI CON SUS AMIGOS ROBOTS RETROFUTURISTAS

En corsés, reparto peso y calor en la espalda o el busk con “falsos” canalés metálicos que alojan batería y control. El cableado corre por cinta textil con hilo conductor como si fueran ballenas; los fusibles rearmables existen, solo que disfrazados de ribetes. En las goggles, escondo microcontrolador y radio en las patillas; los oculares son de doble pared con rejillas ornamentales que ventilan de verdad. Un único puerto magnético (camuflado como broche) basta para servicio y carga.

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Para interfaces hápticas prefiero LRA o ERM de moneda en corredores textiles, desacoplados del hueso con espuma de celda cerrada. Actuadores laterales y lumbares para confirmaciones; en esternón, señal lumínica difusa y nada de vibración: respeto el cuerpo. Inputs discretos: IMUs para gesto corto, reed switches detrás de remaches, y LEDs con difusores de mica o vidrio lechoso, animados en PWM suave (respiraciones, no discoteca).

By Johnny Zuri

Si Babbage hubiera tenido Wi-Fi, habría escondido sensores en los corsés. Yo le añado un kill switch accesible y me quedo tan ancho.


La plaza, el jardín y la mega: cuatro nodos, cuatro funciones

Nodo ADN de experiencia Lo que prototipo Métricas que miro Qué vendo mejor
Epsom (Surrey Steampunk Convivial) Taller cercano, humor seco, artes aplicadas Corsetería y mecánicas discretas, microcontroladores en vestuario Tiempo en mesa-taller, loops completados, feedback cualitativo Kits DIY, wearables retro base, servicios de ajuste
Galveston (Moody Gardens) Performance tecnológica, bobinas de Tesla, circo Props cinéticos, autómatas de robótica blanda, interfaces hápticas Uptime por show, incidentes/1000 interacciones, recuerdo sonoro Props premium, booking de shows, licencias
Waltham Common (Watch City) Plaza cívica, relojera, patrimonio Pruebas de producto públicas y vendors Tasa de retorno, rutas de calor, conversión plaza→tienda Accesorios modulares, upgrades, mantenimiento
Atlanta (Dragon Con) Macro, multiescena, supply chain Colecciones cápsula escalables, lookbooks, deals € por minuto de contacto, leads, LTVO Cápsulas pro, ediciones limitadas, B2B

“La estética manda cuando la logística obedece.”


¿Qué robótica blanda permite autómatas “decimonónicos” seguros?

Yo evito la fuerza bruta. Uso siliconas de baja presión con microbombas silenciosas, tendones textiles con muelles de retorno y bisagras vivas en TPU. Si hay servos, viajan encapsulados; los engranajes que se ven pueden ser fake, y la transmisión real, por Bowden con finales elásticos. Para gestos mágicos: SMA con límite térmico y disipación en latón (parece adorno). Para seguridad, embragues magnéticos que resbalan al tope y adiós dedos atrapados.

Coreografío amplitudes cortas, velocidades por debajo del instinto de retirada y un ruido mecánico intencional que el público reconoce: máquina, no amenaza.

By Johnny Zuri

Un autómata no tiene que ganar pulso. Tiene que perder con elegancia cuando alguien mete la mano.


XR “walkable”: ciudades industriales con datos abiertos

Sí, un pipeline XR sirve, si respeta la materia y no intenta taparla. Mezclo fotogrametría (objetos singulares) con OpenStreetMap (trazas), LiDAR público (volumen) y glTF para entrega web. Las plazas cívicas piden WebXR en móvil; los interiores, motor en tiempo real con capas: ruina, hipótesis e Historia Alternativa.

  • OSM y atribución: guía clara en copyright de OpenStreetMap.

  • LiDAR y geodesia: PNOA/IGN y QGIS para alinear CRS; QGIS documentado en su intro y manejo de PROJ (consulta la documentación oficial).

  • Modelado abierto: Meshroom/AliceVision para SfM/MVS —ver AliceVision— y Blender con exportador glTF 2.0.

  • Entrega y escala: glTF/.glb para objetos, 3D Tiles para conjuntos urbanos —ver OGC 3D Tiles o las especificaciones en CesiumGS.

  • API XR web: WebXR documentado en MDN.

  • Inventarios: Arches como vocabulario y datos patrimoniales —Arches Project.

Buenas prácticas de plaza: KTX2/Basis para texturas, Draco para malla, HLOD para móviles, audio espacial mínimo, y señales hápticas suaves en wearables retro que no compitan con la calle.

“El XIX como HUD”

El rótulo con serif guía mejor que un pop-up. La naturalidad gana.


Más allá del “like”: métricas reales de ROI en activaciones STEAMPUNK

Me obsesionan tres niveles: escena, tienda y ecosistema.

  • Escena: minutos de atención profunda por kilovatio, acciones completadas por paso, incidentes/1000 interacciones, uptime por show.

  • Tienda: € por minuto de contacto, ratio pack vs pieza suelta, ticket medio, conversión prueba→compra, canje de códigos físicos.

  • Ecosistema: leads cualificados, alta al CRM, aperturas post-evento, NPS en situ, LTVO y coste de adquisición por canal físico.

Con esto separo la foto viral del negocio que paga facturas. Y sí, mido también índice de reusabilidad de módulos y mantenimiento/hora de exposición. La naturalidad es rentable.

“Si no puedo medirlo, no puedo vestirlo.”


Cápsulas retro modulares: plaza cívica vs Dragon Con

Trabajo en dos capas. La base cívica es resistente, respirable y autónoma: tejidos de gramaje medio, cierres magnéticos ocultos, paneles que cambian silueta sin desmontar. Nada de bordes duros ni brillos agresivos. El overlay Dragon Con añade harness interno para electrónica, batería intercambiable, pasacintas que parecen trencilla y anclajes para props cinéticos.

Lo llamo MOLLE victoriano: presillas bajo galones, mosquetones mini en latón envejecido y paneles reversibles. En goggles, frontales intercambiables; en botas y guantes, agarre real (la foto no justifica un esguince). Logística: perchas plegables, baúles modulares y bolsillos con QR discretos para upsell posterior.

By Johnny Zuri

De día plaza, de noche pasarela. Mismo esqueleto, piel distinta.


Makers y vendors: el binomio ganador

El formato taller + mostrador es invencible. Lo que se prototipa, se vende al rato. Etiquetas como patentes de época, manuales con aire de catálogo decimonónico, y stands que parecen banco de trabajo, no bazar. Packs “kit de viaje”: wearable retro, consumibles y manual ritualizado. Ediciones numeradas con punzón: la mano deja marca y el coleccionista sonríe.

La comunidad se engrasa con teapot racing, high tea victoriano y cruces entre corsetería y mecánicas, fotografía y lookbooks. El resultado: más ticket medio, menos fricción.

“La venta empieza cuando explicas, no cuando cobras.”


Fotografía y lookbooks: presente histórico que vende

Trabajo con tungsteno cálido, sombras que dibujan engranajes y piel con textura que no pide retoque. El lookbook es informe de campo: la modelo —o el autómata— habita la ciudad industrial; el prop respira; la interfaz háptica produce sonrisa contenida, no susto. Cadencia: close-up de materialidad, plano de uso, plano general. Cierro con ficha tipo telegrama (cuidado, reparación, legado) y un sello de inspección ficticio que crea mundo.

“Compra una historia, llévate un método”

El retro no es nostalgia si se repara, se actualiza y se hereda.


Lenguaje compartido: Tesla, teteras y personajes mecánicos

No mezclo sin gramática. Las bobinas de Tesla son el coro eléctrico, el teapot racing es el teatro de reglas, y los autómatas son personajes. Cada cual con su tiempo y distancia, pero todos con cables vistos, bornes honestos y ritmo mecánico. En escena, pienso en salón victoriano expandido: normas claras (“por la derecha”, “no tocar aquí”) que suenan a mayordomo educado. La performance tecnológica se entiende y la foto sale sola.


Estandarizar microcontroladores en vestuario: iterar sin dolor

Tres formatos y juego en casi todo:

  1. Placa principal en panel dorsal o cintura.

  2. Satélites 1–2 salidas para zonas locales.

  3. Bus textil con conectores magnéticos y broches como pasamuros.

Firmwares en presets legibles: “respiración cobre”, “latido bajo”, “tic-tac lento”. La chapa de fabricante tapa el puerto de servicio. El esqueleto viaja: prototipo en Epsom, endurecido en Waltham, teatral en Galveston y escalado en Atlanta.


Seguridad y etiqueta: no negociables

Todo lleva interruptor maestro accesible, fusible rearmable, aislamiento del cuerpo y vías de escape térmico. Si la electrónica decide tomar té, hay plan B manual. Las normas se comunican como etiqueta: amables, claras, visibles. El equipo de sala no es policía: anfitriones.

“La belleza es el resultado de muchas precauciones.”

Itinerario útil (anclas para perderse con gusto)


FAQ

¿Qué es el STEAMPUNK en pocas palabras?
Una estética y práctica que mezcla siglo XIX con tecnología actual: mecánica expuesta, electricidad teatral y humanismo práctico para hacer experiencias comprensibles, táctiles y fotogénicas.

¿Cómo integro interfaces hápticas sin romper la estética?
Con actuadores LRA/ERM ocultos en corredores textiles, difusores de luz de mica o vidrio, y gestos cortos con IMUs y reed switches bajo remaches. Latón por fuera, lógica por dentro.

¿Qué técnicas uso para autómatas seguros?
Robótica blanda: silicona a baja presión, TPU en bisagras vivas, transmisiones Bowden con finales elásticos y embragues magnéticos. Coreografías de baja energía y ruido mecánico intencional.

¿Se puede recrear patrimonio industrial en XR web?
Sí: OSM + LiDAR + glTF + 3D Tiles + WebXR. Entrego walkable en navegador, con capas de ruina/hipótesis/relato y reglas de uso visibles para evitar mareos y choques.

¿Cómo mido el ROI de un festival STEAMPUNK?
Tiempo de permanencia, loops de interacción, € por minuto de contacto, leads a CRM, LTVO, canje de códigos físicos y uptime vs incidentes. Lo viral suma, pero lo que se mide sostiene.

¿Qué define a una cápsula modular lista para plaza y Dragon Con?
Base robusta y overlay técnico: harness interno, baterías swap, MOLLE victoriano y paneles reversibles. De día cívica; de noche pasarela.

¿Qué papel juegan makers y vendors?
El taller abierto dispara ventas. Etiquetas de época, manuales con aire decimonónico y packs “kit de viaje” convierten curiosos en clientes. Teapot racing y high tea unen comunidad y caja.


By Johnny Zuri

El STEAMPUNK no es disfraz; es método. Prototipo bonito, explico con materia, vendo con historia.

Kipling, Verne y un refrán


La forma sigue a la función… cuando la función aprende a posar.”


Quedan preguntas jugosas: ¿Hasta dónde podemos miniaturizar microcontroladores en vestuario sin tocar el confort? ¿Qué interfaces hápticas cuentan una historia sin parecer notificación? ¿Cómo convertir un lookbook en contrato de mantenimiento y reventa? En Epsom pruebo, en Waltham legitimo, en Galveston teatralizo y en Atlanta escalo. Y si algún día una tetera me gana un sprint, será porque la programé para ello. ¿Nos vemos en la plaza o en la mega?

El legado digital de la moda: del bikini retro al 4K eterno

El legado digital de la moda: del bikini retro al 4K eterno

El Renacimiento Digital de la Moda: Cuando el pasado se vuelve futuro

Estamos en octubre de 2025, frente a una pantalla que revive en 4K los desfiles de AGOGOA en Milán 2014. La palabra clave aquí —Renacimiento digital de la moda— resume algo tan claro como fascinante: la tecnología no solo está transformando la industria, sino que también está devolviendo al presente los gestos, los brillos y las pasiones de una era que creíamos perdida.

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Milán 2014: cuando el beachwear se hizo arte

El Superstudio 13, septiembre de 2014. Dos días de luces, cámaras y arena imaginaria. Jerry J. Tommolini presenta su colección para AGOGOA y redefine el concepto de moda de playa. No se trata ya de prendas para broncearse: es “all-day fashion”, una actitud que se lleva puesta incluso cuando el sol se apaga.

Recuerdo ver a Fiammetta Cicogna deslizándose por la pasarela como si las olas la empujaran. Melissa Satta sonríe, se gira, y en ese gesto resume la confianza de toda una generación que entiende el glamour como una forma de libertad.

El beachwear dejó de ser un accesorio: se convirtió en identidad.

Aquel Blue Fashion Beach no fue solo un desfile. Fue el manifiesto de un tiempo que apostó por la naturalidad y la sensualidad sin excesos. Marcas como Emamò, Pin-Up Stars o Flavia Padovan acompañaron a AGOGOA en lo que hoy parece el principio de un cambio tectónico: el momento en que la moda de playa pasó de ser banal a ser aspiracional.

¿Cómo un desfile de 2014 predijo el futuro de 2025?

Hay una escena que se me queda grabada: los bikinis de cintura alta, los cut-outs imposibles, los detalles deportivos en plena explosión visual. Hoy todo eso suena familiar. Lo curioso es que, en aquel entonces, eran el futuro disfrazado de presente.

Los diseñadores italianos de 2014 parecían codificar un mensaje en cada costura: “Esto es lo que llevarás dentro de diez años.”

Y así fue. El athleisure, la estética funcional, la mezcla entre elegancia vintage y tecnología deportiva… todo germinó allí, sobre aquella pasarela milanesa.


La nostalgia: ese combustible secreto de la moda

¿Por qué lo retro sigue teniendo tanto poder? Quizá porque la moda es el único lenguaje que envejece y rejuvenece al mismo tiempo.

Los bikinis estructurados de los 50, los escotes de los 70 o los neones de los 80 no son reliquias, sino códigos emocionales que se reactivan cada pocas décadas. Cuando Annette Kellerman se atrevió a nadar con un traje ajustado en los años 30, no imaginaba que un siglo después sus líneas seguirían inspirando a diseñadores en 4K.

Cada generación reinterpreta el pasado según sus miedos y sus deseos. En 2014 fue el turno del equilibrio entre sensualidad y comodidad. En 2025, hablamos de conciencia, de justicia material, de respeto por la naturaleza. Pero el impulso es el mismo: buscar belleza sin pedir permiso.


El poder del 4K: cuando el archivo se vuelve eterno

Me quedo hipnotizado mirando la pantalla. La remasterización digital convierte aquel desfile en una experiencia casi táctil. Cada hilo, cada pliegue, cada reflejo revive con una nitidez que el ojo humano jamás tuvo en directo.

¿Sabías que restaurar un archivo así cuesta entre 100.000 y 500.000 dólares? Horas infinitas de limpieza, corrección de color y reconstrucción de texturas. Pero lo que se gana es incalculable: un legado visual inmortal.

Estamos, literalmente, preservando el alma de la moda.
La tecnología se ha convertido en la nueva aguja del tiempo.


Materiales del futuro: del nylon al océano

Aquí empieza otra historia. Mientras revisamos archivos del pasado, los diseñadores actuales tejen el futuro con materiales que parecen poesía pura.

ECONYL, por ejemplo, transforma redes de pesca abandonadas y residuos plásticos en un nylon regenerado tan resistente y elástico como el tradicional. La diferencia: un 80% menos de impacto ambiental.

Piénsalo: las mismas redes que atrapaban peces ahora capturan sueños. Y al hacerlo, devuelven algo al mar que antes le quitaban.

Marcas como Speedo, Yamamay o Panache ya colaboran con Hyosung en su línea regen™, mientras proyectos como FishTale® mezclan nylon reciclado y elastano regenerado para crear tejidos que convierten basura marina en alta costura.

By Johnny Zuri

“No hay nada más sexy que un bikini hecho de red salvada del olvido.”

https://www.youtube.com/watch?v=apqxKDpeBA8


Tabla comparativa: el ayer y el mañana del beachwear

Década / Material Innovación principal Espíritu dominante Ejemplo icónico
1930s – Lana elástica Primer traje de baño ajustado Valentía y escándalo Annette Kellerman
1950s – Algodón estructurado Cinturas altas y corsetería Elegancia y contención Hollywood en la Riviera
1980s – Lycra y neones Cortes altos y colores extremos Exuberancia y energía Miami Beach
2010s – Microfibra técnica Diseño “all-day” y funcional Glamour y naturalidad AGOGOA 2014
2020s – ECONYL / regen™ Nylon y elastano regenerados Humanismo y conciencia Speedo, Yamamay

De las pasarelas físicas al metaverso

Y entonces llegó la pandemia. Las pasarelas se apagaron y las pantallas se encendieron. Lo que parecía una tragedia logística se convirtió en la mayor reinvención estética del siglo: los desfiles virtuales.

La moda encontró un nuevo escenario: el ciberespacio. La realidad aumentada permitió asistir desde casa, girar la cámara, ampliar texturas, incluso “probar” las prendas en nuestro propio avatar.

¿Recuerdas cuando se decía que la moda era pura materia? Hoy sabemos que también puede ser pura luz.

Las nuevas pasarelas no tienen pasillos: tienen códigos.


Retro-futurismo: cuando Jerry J. Tommolini soñó sin saberlo

Tommolini no solo diseñó bañadores; diseñó un pensamiento. Al definir AGOGOA como “un estado mental”, estaba describiendo algo que aún no existía: una moda capaz de moverse entre lo físico y lo digital, entre la arena y el píxel.

Sus diseños de 2014, ahora revividos en 4K, dialogan con bikinis hechos de redes recicladas y desfiles proyectados en realidad virtual. Es la conversación perfecta entre pasado y futuro.

By Johnny Zuri

“La moda no se repite: hace eco.”


¿Y ahora qué? El futuro como espejo líquido

Los nuevos tejidos inteligentes ya regulan la temperatura, cambian de color con el sol y registran signos vitales mientras nadamos. Las prendas se vuelven vivas, interactivas, sensibles.

Mientras tanto, los archivos digitales conservan la memoria visual de cada década. El pasado nunca muere: se actualiza.

En este Renacimiento digital de la moda, el tiempo ya no es una línea recta, sino una espiral. Cada vuelta nos acerca a una idea esencial: que la belleza, cuando se une a la tecnología y al respeto por la naturaleza, deja de ser pasajera.


Preguntas frecuentes (FAQ)

¿Qué significa “Renacimiento digital de la moda”?
Es la unión entre tecnología, archivo histórico y diseño contemporáneo. Consiste en preservar, restaurar y reinterpretar colecciones pasadas mediante herramientas digitales como la remasterización en 4K o los desfiles virtuales.

¿Por qué AGOGOA es tan relevante en este contexto?
Porque su filosofía de “moda de playa para todo el día” anticipó la fusión entre funcionalidad, sensualidad y estilo que domina hoy la industria.

¿Qué diferencia a ECONYL del nylon convencional?
ECONYL se fabrica con residuos recuperados del mar, como redes de pesca, y mantiene las mismas propiedades que el nylon virgen, pero con una huella ambiental mucho menor.

¿Cómo funcionan las pasarelas virtuales?
Combinan grabación en alta resolución, modelado 3D y realidad aumentada, permitiendo experiencias inmersivas sin necesidad de presencia física.

¿Se están perdiendo los valores tradicionales de la moda con la digitalización?
Al contrario: se están conservando mejor que nunca. La tecnología permite documentar, restaurar y compartir colecciones de forma que antes era impensable.

¿Qué papel tiene Italia en esta evolución?
Italia sigue siendo el corazón emocional de la moda, el punto donde la tradición artesanal se encuentra con la innovación digital.

¿El futuro de la moda será completamente virtual?
No del todo. Lo físico seguirá siendo esencial, pero el entorno digital será su espejo, su archivo y su escenario permanente.


El Renacimiento digital de la moda no es una tendencia: es un archivo eterno.
Y mientras los píxeles brillan sobre la arena imaginaria, me queda una certeza: en este juego entre lo humano y lo virtual, la moda ha aprendido a desafiar al tiempo… y a ganarle.

SPANDAU BALLET GLOW: el latido retro-futurista del new romantic

Spandau Ballet Glow: funk europeo y nostalgia futurista

SPANDAU BALLET GLOW: el latido retro-futurista del new romantic

Estamos en octubre de 2025, en Londres, y SPANDAU BALLET GLOW vuelve a brillar como si nunca hubiera dormido. La grabación en vivo de 1982, rescatada y remasterizada en la caja recopilatoria Everything Is Now – Vol 1, confirma lo que muchos sospechábamos: esta banda supo conectar el funk europeo con el synth-pop de forma única, creando una huella retro-futurista que todavía marca moda, cultura club y coleccionismo.

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Origen: Spandau Ballet – Glow – BBC In Concert Paris Theatre, Regent Street, 7th April 1982

¿Puede el funk europeo bailar con las ondas analógicas?

Gary Kemp siempre confesó su fascinación por aquel funk que empezaba a filtrarse en los clubes del Soho, con DJs poniendo a sonar a Fatback Band o Dr. Buzzard mientras Londres ardía de eclecticismo. Y es justo ahí donde aparece Glow: un puente descarado entre el new romantic más sofisticado y un pulso más carnal, casi callejero.

Lo curioso es que esta mezcla, en 1982, parecía arriesgada; hoy, suena a alquimia inevitable. Las guitarras limpias, las percusiones intermitentes y ese groove tan europeo marcan una ruta que desembocaría poco después en Chant No. 1.

“La magia estaba en las máquinas, pero también en el sudor de la pista.”

Y claro, no hablamos de máquinas cualquiera. Yamaha DX7, Roland Juno-60, cajas LinnDrum: los tótems de las ondas analógicas que crearon texturas imposibles de replicar en digital. A día de hoy, esa calidez es oro puro para quienes buscan autenticidad en un mar de pistas comprimidas.


El ritual del vinilo frente al streaming

La caja recopilatoria Everything Is Now – Vol 1: 1978-1982 es mucho más que un objeto: es casi un altar. Nueve discos entre vinilos remasterizados, CDs con rarezas y un Blu-ray con mezclas Dolby Atmos firmadas por Steven Wilson, ese alquimista que ya transformó a King Crimson, XTC o Jethro Tull.

Mientras el streaming sigue reinando en auriculares de bolsillo, el vinilo mantiene su poder ritual. Sacarlo de su funda, acariciar el libreto, escuchar el chasquido previo a la aguja… esa liturgia que convierte a los coleccionistas en guardianes de una experiencia táctil que ningún algoritmo puede ofrecer.

Formato Experiencia Valor cultural
Streaming Acceso inmediato, playlists infinitas Consumo rápido, efímero
Vinilo edición limitada Ritual físico, objeto de colección Distinción, legado
Caja recopilatoria Contexto histórico + rarezas Narrativa completa, arqueología musical

“El vinilo no compite con el digital; lo corrige.”

By Johnny Zuri


Blitz Club: el laboratorio cyber que nunca cerró

El Blitz de Londres solo vivió entre 1979 y 1980, pero sigue latiendo como mito. Steve Strange y Rusty Egan convirtieron aquel sótano en un refugio donde la violencia quedaba fuera y la creatividad se disparaba sin permiso. Allí, Spandau Ballet fue la única banda que tocó en vivo.

Lo demás ya es historia: Boy George sirviendo copas, Marilyn inventando estilismos imposibles, Visage jugando con el maquillaje como arma de identidad. Aquella estética cyber, que entonces parecía una excentricidad, hoy se replica en pasarelas, portadas y hasta en exposiciones como Blitz: The Club That Shaped the 80s en el Design Museum de Londres.

“El Blitz no fue un club: fue un manifiesto vestido de terciopelo.”


Nostalgia futurista: del synth-pop al vaporwave

Hay algo delicioso en escuchar Glow hoy y sentir que suena igual de futurista que en 1982. Esa “nostalgia futurista” que tanto gusta nombrar a diseñadores y músicos encuentra aquí un ejemplo perfecto: un tema nacido de guitarras funky y sintetizadores analógicos que ahora, remasterizado con tecnología Atmos, parece expandirse hacia el mañana.

Lo mismo ocurre cuando comparamos esa herencia con lo que hoy llaman vaporwave: paletas de neón, estética corporativa ochentera y samples digitales que beben directamente de los experimentos del Blitz Club.

By Johnny Zuri
“El futuro no se inventa: se recuerda de otra manera.”


Una canción puente que nunca quiso dormirse

Glow no entró en Journeys to Glory porque Gary Kemp la compuso demasiado tarde. Y quizás esa tardanza fue un regalo: quedó como pieza suelta, demasiado experimental para el debut, demasiado brillante para enterrarla. Ahora, rescatada en 2025 dentro de la caja de Parlophone, aparece como arqueología sonora, con toda la fuerza de algo que nunca envejeció.

Los versos sobre “corazones extranjeros y ojos somnolientos” resuenan como metáfora de una generación que buscaba fuera del punk una nueva identidad. Una juventud que encontraba en la cultura club un refugio de amor, libertad y fuerza, mucho antes de que esas palabras fueran etiquetas de marketing.

La edición limitada firmada por los cinco miembros en la tienda oficial no es solo un objeto: es casi un certificado de autenticidad de una época en la que música, moda y diseño iban de la mano.


FAQ

¿Qué es SPANDAU BALLET GLOW?
Es una canción de 1982 que mezcla funk europeo y synth-pop, reeditada en 2025 en la caja recopilatoria Everything Is Now – Vol 1.

¿Por qué es importante el Blitz Club?
Fue el epicentro del movimiento new romantic en Londres, donde música, moda y estética cyber crearon un lenguaje que aún inspira a diseñadores y artistas.

¿Qué aporta un vinilo de edición limitada frente al streaming?
El vinilo ofrece experiencia táctil, coleccionismo y un sonido más cálido; el streaming solo garantiza acceso inmediato.

¿Quién trabajó en la nueva masterización?
Steven Wilson, ingeniero reconocido por su trabajo con King Crimson, Jethro Tull y XTC, aplicó mezcla Dolby Atmos.

¿Qué significa nostalgia futurista en este contexto?
Es la sensación de que una obra del pasado sigue sonando a futuro, como ocurre con Glow o con la estética vaporwave actual.

¿Dónde conseguir la caja recopilatoria?
Está disponible en Spandau Ballet y en su tienda oficial con ediciones limitadas para coleccionistas.


Y ahora la incógnita queda abierta: si Glow fue un puente entre funk y synth-pop, ¿qué canciones actuales estarán sembrando, sin saberlo, las semillas de la próxima nostalgia futurista? ¿Qué club de hoy se convertirá en el Blitz de mañana? Y lo más inquietante: ¿sabremos reconocerlo antes de que cierren las puertas?

La historia secreta de Burger King retro

La historia secreta de Burger King retro. Cuando un techo angular convirtió una hamburguesa en un símbolo

Estamos en septiembre de 1966 en Estados Unidos, y un restaurante Burger King parece sacado de una postal futurista: techo angular, paredes enteras de vidrio y ese aire optimista que prometía que hasta una hamburguesa podía saber mejor bajo un diseño moderno. Hoy lo miro en fotografías y casi puedo escuchar el ruido de los coches con aletas cromadas en el aparcamiento, mientras un neón promete hamburguesas “tan distintas que parecen de otro planeta”.

La clave de este Burger King no estaba solo en la carne a la parrilla, sino en la forma del edificio. El anuncio original de 1966 vendía la idea de que comer allí era vivir un pedazo de modernidad. No era un simple local de comida rápida: era un escaparate arquitectónico de mediados de siglo, con un techo que parecía dispuesto a despegar como un cohete y con muros de cristal que dejaban a la vista tanto el interior como el ansia americana por mostrarlo todo.

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Origen: Vintage Burger King through the decades: A unique concept & engaging ads (1950s-90s) – Click Americana

El Burger King que parecía una nave espacial

Lo fascinante es que este tipo de restaurantes se convirtieron en templos cotidianos de diseño sin que nadie lo señalara como tal. El techo angular tenía algo de atrevido, de querer desafiar la gravedad, y las paredes de vidrio funcionaban como un escaparate del estilo de vida: familias, jóvenes con chaquetas de cuero, oficinistas devorando un Whopper como si fuera un ritual urbano.

Hace tiempo escuché a un arquitecto describirlos como “las catedrales de la hamburguesa”. Y no exageraba. Había una intención clara de transmitir confianza en el futuro: un lugar donde hasta el ketchup parecía más rojo bajo ese cristal brillante. “Comer era también mirar y ser mirado”, podría decirse, porque esos muros transparentes convertían al cliente en protagonista de una escena moderna, casi cinematográfica.

Entre la parrilla y la arquitectura

Lo curioso es que el mensaje de Burger King no se limitaba a “ven y come barato”. Era mucho más ambicioso: la publicidad de 1966 hablaba de ser “deliciosamente diferente”. En aquella época, cuando McDonald’s apostaba por su modelo de eficiencia casi militar, Burger King se plantaba con un guiño arquitectónico que decía: aquí hay estilo, aquí hay diseño, aquí hay modernidad servida en bandeja.

Me gusta pensar en los detalles: el olor de la carne al fuego escapando por los ventanales, el reflejo de los coches en los cristales, los rótulos gigantes que casi competían con las marquesinas de los cines. No era solo fast food, era cultura popular hecha ladrillo y vidrio.

Johnny Zuri

«Un techo angular puede decir más de una sociedad que mil discursos políticos.»

Lo que este Burger King revela del futuro

Si lo observamos hoy, el contraste es brutal. Las cadenas de comida rápida se parecen demasiado entre sí, espacios pulidos sin alma que podrían estar en Miami, Madrid o Singapur. Pero aquel Burger King de mediados de los sesenta tenía carácter, se notaba que quería ser distinto. No era solo un sitio para comer, era una postal de un país que creía en la modernidad como se cree en un Dios nuevo.

Y la gran ironía es que esa apuesta por el diseño de autor acabó diluyéndose con el tiempo. Se construyeron miles de locales, pero pocos conservaron esa osadía arquitectónica. Lo retro de entonces hoy parece más futurista que muchos de los edificios acristalados que nos rodean.

Johnny Zuri

«La hamburguesa se enfría, pero la arquitectura queda.»

¿Fast food o patrimonio cultural?

Aquí está la pregunta incómoda: ¿qué hacemos con estos locales cuando envejecen? ¿Los derribamos porque son simples restaurantes de hamburguesas o los tratamos como parte del patrimonio cultural de una época? Algunos fueron demolidos sin que nadie pestañeara, otros sobreviven disfrazados bajo reformas poco inspiradas, y unos pocos han sido rescatados como ejemplos de arquitectura de mediados de siglo.

Hay algo conmovedor en la idea de que un Burger King pueda ser visto como arte. Pero si lo pensamos bien, ¿no es precisamente ahí donde está el legado de nuestra época? En esos lugares que parecían triviales, pero que nos enseñaron a soñar con lo cotidiano.

Johnny Zuri

«El verdadero lujo del siglo XX no estaba en los palacios, sino en un Whopper bajo un techo inclinado de cristal.»

El eco de un diseño que aún sorprende

Cada vez que vuelvo a ver esas imágenes de 1966, me pregunto qué sentiría un adolescente entrando por primera vez en aquel Burger King con su fachada de vidrio iluminada. Tal vez pensara que el futuro había llegado en forma de hamburguesa y patatas fritas. Tal vez se sintiera parte de algo más grande que una comida rápida: un estilo, una forma de mirar el mundo.

Y aquí estamos, en 2025, revisitando esas fotos con una mezcla de nostalgia y admiración. El diseño retro de aquel Burger King nos recuerda que incluso lo banal puede ser grandioso cuando se atreve a ser diferente. No era solo un techo angular ni unas paredes de vidrio: era una promesa envuelta en pan tostado.


¿Será posible que dentro de cincuenta años alguien mire nuestros locales de comida rápida actuales con la misma fascinación? ¿O hemos perdido para siempre esa capacidad de soñar a través de un simple edificio de hamburguesas?

La mandolina vintage que marca un destino

La mandolina vintage que marca un destino. Cómo Sierra Hull y Gibson reinventan el legado sonoro con alma propia

Estamos en julio de 2025, en Nashville, Tennessee. Hace calor, el aire huele a serrín y barniz, y en los talleres de la Gibson Custom Shop las manos curtidas de los luthiers se mueven con la precisión de un cirujano que abre un corazón. En ese mismo instante ocurre algo insólito: Gibson consagra a Sierra Hull como la primera mujer con una mandolina de firma en sus 130 años de historia. 💥

Lo que parece un simple lanzamiento de instrumento se convierte en un relato mucho más profundo. Aquí no hablamos solo de mástiles, abetos o arpegios. Hablamos de herencia, de rebeldía, de cómo un objeto pequeño puede cargar con un peso gigantesco: el de un legado. Porque una mandolina vintage puede marcar el futuro de la música. Y lo hace con fuerza, con carácter, con alma.

“La mandolina es pequeña, pero su historia es gigantesca”

El nacimiento de un sonido que rompió esquemas

Todo empieza con un camarero con delirios de violín. Orville Gibson, un tipo sin títulos ni academias detrás, en 1894 talló una extraña criatura de diez cuerdas que nadie supo clasificar. ¿Era una guitarra? ¿Un laúd? ¿Un capricho sin futuro? Lo cierto es que sonaba como nada antes.

El truco estaba en su método: nada de tapas planas, nada de cajas dobladas. Tallaba la madera como si estuviera esculpiendo un violín, con curvas que parecían desafiar a la lógica pero que daban un volumen y una resonancia inusuales. Aquellas mandolinas eran tan superiores a los “taterbugs” italianos que los músicos se peleaban por una, aunque Orville tardara semanas en acabar cada pieza.

Cinco empresarios olieron el talento y compraron sus patentes por $2.500. Así nació la Gibson Mandolin-Guitar Mfg. Co., Ltd., con un destino que iba a alterar el mapa sonoro de América para siempre.

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Origen: La Mandolina De Sierra Hull Redefine El Legado De GIBSON

Lloyd Loar: cuando un alquimista desafía a los dioses del sonido

Si Orville fue el profeta, Lloyd Loar fue el alquimista. Entre 1922 y 1924 diseñó la F-5 Master Model, una mandolina que sonaba a sinfonía completa. Cambió el agujero central por dos orificios en f, elevó el diapasón, afinó las tapas como si fueran violines Stradivarius y convirtió la cámara en un tanque de resonancia.

El 9 de julio de 1923 quedó marcado en rojo: Loar firmó varias mandolinas legendarias, y una de ellas terminó en las manos de Bill Monroe, el padre del bluegrass. Aquella pieza, con número de serie 73987, se convirtió en el Excalibur de un género. No era solo un instrumento: era el centro de gravedad de una tradición.

Sierra Hull: la niña que la mandolina eligió

Nacida en Tennessee en 1991, Sierra Hull no toca la mandolina: la mandolina la escoge a ella. A los 8 ya domina el instrumento. A los 10 debuta en el Grand Ole Opry. A los 11 Alison Krauss la apadrina. A los 13 firma su primer contrato discográfico. Una carrera fulgurante, más de novela que de biografía.

En Berklee pule su talento sin perder autenticidad. Suena a bluegrass, sí, pero también a jazz, folk, incluso a algo que aún no tiene nombre. Por eso acumula premios, nominaciones al Grammy y colaboraciones con Clapton, Dolly Parton, Béla Fleck, Brandi Carlile o Billy Strings como si fuera lo más normal del mundo.

Ahora, Gibson graba su nombre en una etiqueta interior. No es marketing, es justicia poética.

“El futuro suena mejor cuando lo toca una mujer”

Un instrumento que late como un corazón vivo

El modelo Sierra Hull F-5 Master Model es el resultado de dos años de obsesión compartida con David Harvey, jefe de la Custom Shop. Hecho de abeto rojo y arce figurado, con barniz Cremona Brown y herrajes plateados, es un objeto tan sonoro como visual.

No hablamos de nostalgia, sino de precisión. Cada pieza fue escaneada en 3D, comparada con planos originales de Loar y luego ajustada a mano como si fueran joyas. El resultado es un Frankenstein sonoro que respira como un organismo vivo.

Para los que buscan algo más jugable, está la F-5G, sin pickguard, con un diapasón más corto, más cómodo. Una mezcla de tradición y modernidad que encarna perfectamente a Sierra Hull.

La mandolina como arte, inversión y alma

En un tiempo dominado por algoritmos y producción digital, hay algo profundamente humano en sostener un instrumento tallado a mano. Las mandolinas firmadas por Loar se han convertido en los Stradivarius del bluegrass, alcanzando precios que suben más rápido que los NFT, con la diferencia de que aquí la belleza no se volatiliza.

El mercado de mandolinas supera los 783 millones de dólares y apunta a los 1.139 millones para 2032. No lo mueve la nostalgia, sino la autenticidad. Un instrumento de este calibre no solo suena: respira.

“Un instrumento hecho a mano no solo suena, respira”

Johnny Zuri

“El mercado puede especular con todo, pero nunca con el alma de una cuerda que vibra.”

Cuando el futuro se escribe con madera

La alianza entre Gibson y Sierra Hull no es un catálogo, es un manifiesto. Un gesto silencioso contra lo desechable, lo rápido, lo sin alma. En un tiempo en que todo suena igual, estas mandolinas se atreven a sonar distinto.

La inteligencia artificial podrá componer sinfonías, sí, pero nunca sabrá lo que significa improvisar en un porche de Tennessee, sentir una cuerda vibrando en el pecho o tener callos en los dedos tras horas de ensayo.

Estas mandolinas son prueba de que el futuro de la música se escribe en madera, no en silicio.

Johnny Zuri

“La IA podrá imitar notas, pero jamás el silencio entre ellas.”

El eco de lo retro en un mañana incierto

¿Veremos más mujeres con modelos de firma? ¿Será la mandolina el próximo objeto de culto de jóvenes músicos? ¿Sobrevivirá la lutería artesanal a la tiranía de las impresoras 3D?

Nadie lo sabe. Pero sí está claro que cuando una mandolina vintage vibra como lo hace una F-5 firmada por Sierra Hull, el tiempo se detiene. Pasado y futuro se rozan, y la música sonríe como una vieja amiga que nunca se cansa de regresar.

“La mandolina no solo se toca. Se hereda.”


“La música es el único lugar donde el alma no necesita pasaporte.”
— Frase anónima garabateada en un estuche de mandolina de los años 30

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”
— Proverbio tradicional

Más detalles en la propia Gibson Gazette sobre el F-5G.

Y ahora dime: ¿a qué suena tu futuro, a silicio o a madera tallada?

Cheap Trick y el secreto de un rock clásico que nunca muere

Cheap Trick y el secreto de un rock clásico que nunca muere ¿Cómo Cheap Trick convierte el sonido retro en música atemporal?

Estamos en agosto de 2025 y suena CHEAP TRICK en mis auriculares 🎸. La noticia todavía retumba: la banda legendaria lanza “All Washed Up”, su vigésimo primer álbum de estudio, y lo hace con la misma desfachatez de siempre, con riffs que parecen salidos de un garaje de los setenta y un aire psicodélico que destila clara Beatles influence. Escucho “Twelve Gates”, su primer single, y siento ese cosquilleo de cuando algo suena viejo y nuevo a la vez, como si alguien hubiera abierto un cofre enterrado hace décadas y, en vez de polvo, lo que saliera fuera electricidad pura.

Lo digo sin rodeos: CHEAP TRICK nunca jugó a ser modernos. Su sonido retro no es disfraz, es ADN. Y ahí está la gracia: en un mundo obsesionado con lo inmediato, ellos insisten en trabajar el tiempo como si fuera arcilla, moldeándolo a su antojo.

Beatles influence: cuando la psicodelia se convierte en lenguaje

Hace tiempo que noté una cosa curiosa. Las bandas que sobreviven décadas no lo hacen imitando modas, sino reinterpretando tradiciones. En el caso de CHEAP TRICK, esa tradición viene marcada por los Beatles. No hablo del cliché barato de “todos vienen de los Beatles”, sino de la psicodelia como vocabulario musical: armonías que se abren como flores, paneos de guitarra que juegan con el espacio, melodías que parecen flotar un segundo antes de aterrizar en el riff.

“Twelve Gates” lo deja claro: el grupo se apropia de ese brillo sesentero y lo mezcla con la pegada de su rock clásico setentero. El resultado no es un pastiche: es un puente. Un tema que suena bien tanto en una playlist de vintage rock como en un vinilo recién prensado, donde el chisporroteo de la aguja se convierte en parte de la experiencia.

“La psicodelia no es disfraz: es color que resiste al tiempo.”

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Origen: Cheap Trick presentan su nuevo álbum con ‘Twelve Gates’ – RockZone

Por qué CHEAP TRICK sigue vigente después de 20 discos

Robin Zander, con la voz curtida pero aún brillante, lo resume mejor que cualquier crítico: “Es Cheap Trick. Suena como nosotros. Tiene cosas buenas, malas y feas, como todos nuestros discos.” Esa franqueza es oro. No hay marketing que pueda inventarse esa clase de honestidad.

El secreto de su vigencia no es misterio, es disciplina. Canciones con identidad, títulos irresistibles como “The Riff That Won’t Quit” o “Wham Boom Bang”, una base melódica reconocible y esa mezcla de energía juvenil con madurez interpretativa. Son lo que fueron en los setenta, pero con la experiencia de haber sobrevivido a todo lo que el negocio de la música puede tirarles encima.

Lo pienso así: mientras otras bandas se disuelven intentando complacer al mercado, CHEAP TRICK se mantiene porque jamás han roto su contrato original con su propio sonido.


Producción analógica y el pulso del sonido retro

Julian Raymond, en la producción, es un alquimista que sabe dónde dejar respirar a las canciones. No comprime la vida fuera de los instrumentos; los deja sonar como lo harían en una sala, con baterías que respiran y guitarras que brillan con saturación armónica. Eso es producción analógica en espíritu, aunque conviva con lo digital.

Y luego está Chris Lord-Alge, un nombre que se asocia con pegada. Su mezcla es quirúrgica: bajos redondos, cajas con golpe seco, voces que flotan sin perder naturalidad. Es el equilibrio justo entre lo retro y lo contemporáneo. Escuchar “Twelve Gates” en auriculares modernos o en un viejo tocadiscos Technics produce experiencias distintas, pero ambas válidas. Ese es el truco: sonar clásico sin sonar antiguo.

“El secreto no está en sonar viejo, sino en sonar eterno.”


Cómo se adapta una banda legendaria sin perder esencia

La adaptación de CHEAP TRICK es menos camaleónica y más tozuda. Ellos no cambian de piel, ajustan los matices. El setlist de cada gira combina los clásicos con el material nuevo, de modo que el público joven encuentra algo fresco y los veteranos reconocen la voz del pasado. Las colaboraciones con productores afines a su estética completan el círculo.

Es una estrategia casi empresarial: coherencia de marca. La gente compra un disco de CHEAP TRICK sabiendo qué esperar, y lo recibe con la seguridad de que, aunque haya sorpresas, nunca habrá traición.


El arte gráfico como ritual en la era del vinilo

No puedo evitar hablar del vinilo. En tiempos en que las playlists gobiernan, un LP bien editado es casi un acto de rebeldía. Y ahí CHEAP TRICK juega con ventaja: siempre cuidaron la portada, siempre entendieron que una imagen podía anticipar el sonido.

“All Washed Up” promete ediciones en vinilo con arte expandido, prensajes en colores y tipografías que huelen a imprenta. No es fetichismo: es la prolongación física de un sonido pensado en clave vintage. Cuando sostienes ese cartón, no solo escuchas con los oídos, también con las manos y con la vista.

Como dice el viejo refrán: “Lo que entra por los ojos, suena mejor en el corazón.”


Rock clásico y psicodelia hoy: un idioma que no caduca

Me pregunto por qué el rock clásico sigue volviendo una y otra vez. La respuesta es simple: porque es un idioma que todos entendemos. Sus progresiones nos resultan familiares, sus riffs despiertan recuerdos incluso en quienes no vivieron esa época.

La psicodelia beatle añade el condimento perfecto: arreglos vocales inesperados, giros de puente que iluminan una canción, colores que sorprenden sin alejarse demasiado de la melodía. CHEAP TRICK domina esa alquimia y la presenta sin miedo a sonar atemporal. En un mundo que produce canciones desechables, ese gesto es casi un acto de resistencia.


El tracklist como narrativa

Un álbum de CHEAP TRICK no es solo una colección de canciones, es una dramaturgia. Desde el título agresivo de “The Riff That Won’t Quit” hasta el guiño explosivo de “Wham Boom Bang”, el recorrido está diseñado para que lo escuches completo, como se escuchaban los LP en otra época. No es casualidad: siguen pensando en lados A y B, en respiraciones entre canciones, en cierres que saben a despedida.

“All Washed Up” se presenta así como una experiencia, no un simple playlist. Y eso lo convierte en un objeto cultural antes que en un producto digital.


Escuchar “Twelve Gates”: brillo y grano

En mi primera escucha del single, lo que más me atrapó fue el contraste. Las guitarras tienen compresión cálida, pero dejan pasar el aire de las cuerdas. El bajo ruge con un grano amable, de esos que hacen vibrar el pecho sin destrozar el oído. La voz de Zander sigue ahí, con ese filo entre la dulzura y la urgencia.

Es un tema que se adapta a cualquier escenario: puede sonar en una emisora de rock clásico, en un bar con tocadiscos o en un altavoz portátil de verano. Eso es lo que distingue a una banda legendaria de una moda pasajera.


Mirada al mañana con guiño vintage

“All Washed Up”. Vaya título. Podría sonar a epitafio, pero es más bien una broma. Porque si hay algo claro es que CHEAP TRICK no está acabado, ni lavado, ni agotado. Al contrario: parecen disfrutar del guiño irónico mientras entregan un disco que late con fuerza.

Lo que siento es que este álbum será un puente: los veteranos encontrarán aquí el eco de su juventud y los jóvenes, cansados de lo efímero, descubrirán que hay música que se queda para siempre. Y cuando caiga la aguja en el primer surco, ese leve chasquido inicial nos recordará que el futuro del rock también se escribe con polvo de vinilo.


Cheap Trick demuestra que el rock clásico puede ser futuro

La producción analógica mantiene vivo el sonido retro


Y ahora la gran pregunta: ¿seguirá CHEAP TRICK lanzando discos dentro de diez años, o este será el álbum con el que firmen su último gran capítulo? 🎶

Porsche Singer domestica las carreteras alpinas

El verano suizo que todo amante de los Porsche sueña vivir

¿Puede un Porsche Singer domesticar las carreteras alpinas?

Estamos en pleno verano, y las montañas suizas parecen pintadas a mano por un artista obsesionado con la precisión. El aire es limpio, casi afilado. Las carreteras del corazón alpino están libres de nieve y cargadas de promesas, y para quienes aman conducir, esto es como si el mundo decidiera, por unos días, convertirse en una pista personal. Este año, en un arrebato de esas decisiones que nacen más del corazón que de la agenda, hemos dado forma a una idea que llevaba tiempo rondándonos: reunir a un grupo de Porsche 911 Reimagined by Singer para vivir el que quizás sea el mejor verano posible sobre cuatro ruedas.

No fue un evento abierto al azar ni una concentración cualquiera. Tenía algo de conspiración amable, de reunión secreta en la que todos compartíamos un mismo vicio: el amor por el detalle y por el rugido contenido de un motor que, cuando se libera, corta el aire como una navaja. Con The Brecon Hotel en Adelboden como base, un refugio perfecto entre picos y praderas, la experiencia empezó incluso antes de encender el motor. Un buen café, el eco de las montañas entrando por la ventana y la certeza de que el día iba a ser largo, intenso y lleno de curvas.

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Túneles, curvas y esa sensación de infinito

Con la ayuda de SIC Carage y Doerr Group, trazamos rutas que tenían una obsesión muy particular: incluir la mayor cantidad de túneles posible. Y no es casualidad. Hay algo casi místico en escuchar un flat-six de Singer rugir dentro de un túnel alpino. El sonido se expande, rebota en las paredes y se multiplica hasta que no sabes si el latido que escuchas es del motor o de tu propio pecho. Cada túnel era un nuevo escenario, un eco que nos recordaba por qué estábamos allí.

En el exterior, las carreteras parecían diseñadas para el placer de conducir. Asfalto impecable, horquillas que parecían dibujadas con compás, vistas que obligaban a elegir entre mirar la carretera o rendirse a la belleza del paisaje. Y allí, en medio de esa postal, los 911 Reimagined by Singer brillaban como joyas móviles, cada uno con su propia personalidad, pero todos compartiendo el mismo ADN de obsesión por la perfección.

«No hay mejor espejo para un coche que una montaña.»

El carácter Singer en tierra de relojeros

Suiza es famosa por sus relojes, y de alguna forma, Singer comparte esa misma filosofía: cada pieza, cada ajuste, cada material parece pensado con la paciencia de un maestro relojero. La diferencia es que aquí, en vez de marcar las horas, marcamos las curvas. Y cada curva tenía su propia historia: algunas suaves como un vals, otras cerradas como un secreto que se resiste a ser contado.

Adelboden, con su mezcla de calma y aventura, fue el centro de operaciones perfecto. Desde allí, salíamos en pequeñas expediciones que parecían salidas de una novela de viajes, siempre buscando ese tramo que nos hiciera olvidar que existía algo más allá de un volante, un acelerador y el murmullo lejano de los glaciares.

«Conducir aquí no es llegar a un destino, es perderse en el camino.»

Más que coches, una excusa para vivir

Puede que, a simple vista, este tipo de experiencias se reduzcan a coches bonitos y paisajes de postal. Pero cualquiera que haya estado allí sabe que no es así. Es la camaradería en las paradas improvisadas, el intercambio de historias junto a un café humeante, la risa cuando alguien confiesa que tomó una curva demasiado rápido “solo para ver qué pasaba”. Es la suma de momentos pequeños que, juntos, forman algo mucho más grande que un viaje.

Singer no tiene la intención de competir con nadie en este terreno. No busca ser otra marca más en un calendario saturado de eventos automovilísticos. Lo que se ofrece aquí es algo más íntimo, más personal. Un recordatorio de que, a veces, el lujo no está en tener más, sino en vivir mejor.

El eco que queda

Cuando la jornada terminaba y los coches descansaban frente al hotel, quedaba ese silencio raro de las montañas, roto solo por alguna campana lejana de vacas. Un silencio que, curiosamente, estaba lleno del ruido que habíamos vivido durante el día. El rugido en los túneles, el viento en la cara, la conversación sin prisa de quienes comparten una pasión.

En el fondo, lo que se vivió en esas carreteras alpinas no fue solo un viaje. Fue un diálogo entre el hombre, la máquina y la montaña. Un momento suspendido en el que la carretera parecía no tener fin y en el que el tiempo, como un buen reloj suizo, se tomaba la molestia de avanzar un poco más despacio.

¿Y si el próximo verano ese rugido vuelve a despertar a los túneles? ¿O si la montaña decide que esta vez quiere probar otro tipo de coches? Lo único seguro es que, cuando el asfalto vuelva a estar libre de nieve, habrá alguien esperando para recorrerlo, con la misma mezcla de expectación y respeto que se siente antes de abrir un regalo que sabes que vas a recordar siempre.

Steampunk hoy vive en Epsom, Galveston, Waltham y Atlanta

¿Por qué el STEAMPUNK nunca pasa de moda en 2025? Steampunk hoy vive en Epsom, Galveston, Waltham y Atlanta

Estamos en el verano de 2025, en pleno corazón de una estética que jamás envejece. El steampunk, con su engranaje oxidado y su visión luminosa del pasado, sigue creando templos temporales en lugares que uno no esperaría. No son capitales del diseño ni mecas del arte contemporáneo. Son rincones con alma, historia y algo más importante: comunidad. Epsom, Moody Gardens, Waltham Common y Dragon Con en Atlanta son ya más que puntos en un mapa. Son nodos de un lenguaje visual y cultural que convierte la nostalgia en combustible de futuro. 🚂⚙️

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Origen: Moody Gardens (@moodygardens) • Instagram reel

La escuela inglesa del engranaje: Epsom como ensayo general permanente

Hace tiempo, una reunión en un salón de Stoneleigh con aires de club de ciencia victoriano se convirtió en algo más. The Surrey Steampunk Convivial, que suena a ritual secreto o a bebida con burbujas y mostaza, ha logrado lo que muchos eventos envidian: permanencia y personalidad. Tres o cuatro veces al año, Epsom se transforma. Se llena de inventores de salón, de profesores locos que venden goggles hechos a mano y de duelistas de té con sombreros imposibles.

Su encanto no es casual. Está curado con precisión británica: humor irónico, cercanía, agilidad en el formato y, sobre todo, continuidad. No hay que esperar un año para volver: su calendario cíclico permite a vendors, artesanos y makers organizarse como si fuera una pasarela estable de lo imposible.

“Somos el evento steampunk más largo de Stoneleigh”, dicen entre risas. Y eso no es solo un chiste. Es identidad de marca. Es metacomentario. Es la manera en que un sombrero con engranajes puede ser un manifiesto sin abrir la boca.


Galveston y su parque de realidades imposibles

A 8,000 kilómetros de Epsom, Moody Gardens en Galveston no organiza un festival. Organiza un simulacro de realidad alternativa. Durante tres días, la ciudad se pliega en capas: un pub crawl por calles del siglo XIX, un parque temático de ciencia decimonónica y una mansión sureña donde se juega al parasol como si fuera una partida de rol.

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Lo que ocurre en Moody Gardens entre las 12:00 y las 21:00 no tiene desperdicio: bobinas Tesla que parecen salidas de un videoclip de Daft Punk, carreras de teteras motorizadas, high tea con funambulistas, circo aéreo y una aventura interactiva basada en “20,000 leguas de viaje submarino”. Todo esto suena exagerado. Hasta que estás allí. Entonces todo tiene sentido.

Y aún queda el domingo: League Kempner Mansion se convierte en un museo viviente donde se enseñan juegos victorianos, se pasean modelos T, se cruzan espadas de mentira con tacitas de porcelana y se comprende, de golpe, que la estética es también pedagogía. El XIX es una escuela. Una escuela muy divertida.

“No es nostalgia, es diseño de mundo”, escucho decir a una organizadora. Y tiene razón. Galveston no mira atrás: traduce.


Waltham Common: la relojería como coreografía urbana

Hay algo profundamente correcto en que el steampunk ocupe una plaza llamada Waltham Common. Aquí, la ciudad no solo presta el espacio: presta su pasado. Watch City, como le llaman a este evento gratuito en Massachusetts, se alza en medio de una herencia relojera que vuelve a latir con engranajes de cosplay, props hechos a mano y combates de robots.

Un solo día. Sesenta puestos. Una temática deliciosa: “Monsters on the Loose”. Y sin embargo, lo más valioso no está en los números, sino en la lógica de acceso. Aquí, la gratuidad es una decisión política (sí, política con minúscula). Abre el campo. Lo democratiza. Permite que quien nunca ha visto un corsé de cobre pueda tocarlos todos. Que los niños entren sin pagar entrada, y salgan con sueños de construir autómatas.

Los artistas rotan, los escenarios se expanden, y Revolution Makerspace regresa con su brutal “robot combat” como quien vuelve a casa. Aquí, todo el mundo es nuevo, aunque repita. Porque la pregunta que flota es simple: ¿y si…? ¿Y si el mundo hubiese tomado otro rumbo? ¿Y si el vapor hubiese ganado?

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Dragon Con: escala, exceso y engranajes a lo grande

Luego está Atlanta, donde la escala rompe moldes y el steampunk se cuela en los pliegues de Dragon Con, una megaestructura geek que tiene más tracks que una universidad y más corsés que una tienda gótica de Camden.

No es un evento exclusivamente steampunk. Pero, ¡ah, si lo supieran! Los talleres, los desfiles, los stands, los gadgets, la corsetería de precisión, los goggles con sensores y las joyas mecánicas. Todo está allí. La pista de Historia Alternativa concentra lo específico, pero la comunidad extiende sus tentáculos por los hoteles, los pasillos, los ascensores y hasta las cafeterías.

Para marcas y diseñadores, esto no es una feria: es una pasarela. Un laboratorio. Un plató. Aquí, lo que se exhibe se vende, y lo que se vende se documenta. Es la macroestructura donde las ideas toman forma industrial sin perder el alma artesanal.

“Aquí se ve el futuro con pomos de bronce”, murmura un vendedor mientras vende goggles con microcontroladores integrados.


“El vapor nunca fue una tecnología. Fue una forma de pensar”

“El XIX no murió. Se escondió en un callejón y aprendió a programar”

“Lo retro no envejece si lo alimentas con historia y chispa”


Qué gana una marca hoy con el steampunk como aliado

Marcas pequeñas y grandes tienen en estas plataformas oportunidades únicas: pueden lanzar prototipos en Moody Gardens con máxima visibilidad, alinear sus drops con el calendario estable de Epsom, generar fidelidad educativa patrocinando laboratorios en Waltham Common y escalar en presencia mediática desde la red comercial de Dragon Con.

En cada caso, la clave está en entender el lenguaje. Aquí no basta con ponerle engranajes a un reloj digital. Se trata de fabricar sentido. Y emoción. Algo que, curiosamente, en estos tiempos, no caduca.


Mirada al mañana con tornillos sueltos (y cables bien soldados)

Sigo el mapa de Epsom, Galveston, Waltham y Atlanta como quien sigue las coordenadas de un tesoro. Porque en cada festival steampunk, hay un modelo de futuro más sensato que muchos laboratorios.

Quizá lo próximo no sea el metaverso, sino un gabinete de curiosidades háptico, con Bobinas Tesla como pistas, corsés que respiran, goggles con biosensores y etiquetas victorianas como reglas del juego.

Quizá el futuro necesite más pasado. O al menos, más humor con galones dorados.

¿Y tú? ¿Ya engrasaste tu máquina del tiempo o sigues usando el calendario?

¿Puede un VINO VINTAGE conquistar todos los gustos?

El misterio eterno del VINO VINTAGE que divide a los paladares ¿Puede un VINO VINTAGE conquistar todos los gustos?

Es el atardecer de un otoño cualquiera en una terraza olvidada de un pueblo mediterráneo. En la mesa, una copa de vino vintage brilla con la luz cálida del sol y me recuerda que, al final, todo se reduce a un sorbo… y a lo que ese sorbo despierta en uno. Un vino seco, semiseco o dulce no es solo una etiqueta: es un pacto silencioso entre quien lo bebe y la historia líquida que se esconde en la botella. Y como todo pacto, encierra secretos, malentendidos y hasta alguna traición.

La primera vez que intenté explicar la diferencia entre un vino seco y uno dulce, lo hice con la torpeza de quien confunde la sal con el azúcar. Me lancé a decir que el dulce era “más amable” y el seco “más serio”, hasta que un bodeguero viejo, con más años que la viña que cultivaba, me cortó en seco: “El vino no es amable ni serio. Es honesto. Y el azúcar residual es su confesión más íntima”.

Ahí entendí que el azúcar que queda tras la fermentación —ese azúcar residual— no es un mero capricho, sino la brújula que orienta el alma de cada copa, como bien detalla la Guía de vinos de la OIV sobre los estilos y su clasificación.

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Origen: Diferencias Entre Vino Seco, Semiseco Y Dulce

El seco, el que no perdona

El vino seco es un francotirador del paladar. No se esconde tras dulzores ni engaños. La fermentación consume casi todo el azúcar natural de la uva y lo transforma en alcohol, dejando tras de sí un perfil desnudo, directo, donde la acidez, las notas minerales e incluso algún amargor se muestran sin maquillaje. Es el vino que no pide disculpas, el que hace brillar una carne jugosa, un pescado delicado o un plato con especias atrevidas. Lo pruebas y no te guiña el ojo: te mira de frente.

«El vino seco no se bebe, se enfrenta».

Y sin embargo, hay quien lo considera demasiado exigente, como un viejo profesor que no acepta excusas ni medias tintas. Ahí es donde aparece su primo intermedio.

El semiseco, el equilibrista

El vino semiseco es como ese amigo que sabe estar en cualquier mesa sin desentonar. Tiene suficiente azúcar residual para acariciar el paladar, pero no tanto como para invadirlo. Es versátil, fácil de maridar y, sobre todo, difícil de odiar. Si el seco es un juez, el semiseco es un diplomático.

A veces pienso que este tipo de vino es un puente entre mundos: el de los que prefieren la sequedad pura y el de quienes se dejan seducir por la dulzura. No tiene el dramatismo del seco ni el descaro del dulce, pero su discreción es su fuerza. Tal y como explican en el Atlas Mundial del Vino de Hugh Johnson, su éxito está en su capacidad para adaptarse a cocinas muy distintas.

El dulce, el seductor sin prisas

El vino dulce es otra historia. Aquí el azúcar residual no se disimula: se celebra. Puede nacer de una vendimia tardía, de uvas pasificadas al sol, de una fermentación interrumpida a propósito o de técnicas más exóticas como la botrytis o la congelación para crear un vino de hielo. Y cada método imprime su carácter.

Lo que resulta en la copa es pura voluptuosidad: aromas intensos, sabores persistentes, texturas que envuelven. Pienso en un Sauternes francés, en un riesling alemán bien frío, en un tinto dulce abrazando un trozo de chocolate negro. Es un vino que no teme ser recordado horas después de haberlo bebido.

«El vino dulce es el único que puede convertir un postre en un recuerdo».

El maridaje como juego de seducción

Elegir entre seco, semiseco o dulce no es una cuestión académica: es un juego de estrategia. Un plato de quesos azules se crece con un dulce, un pescado blanco agradece un seco y un curry especiado encuentra en un semiseco un aliado inesperado. El truco está en conocer qué esperar de cada tipo y dejar que la experiencia —y no la etiqueta— guíe la elección.

Como dijo un viejo refrán que escuché en una bodega perdida:

“Más sabe el vino por viejo que por dulce”

Y así, cada copa se convierte en una pista más para resolver un misterio que, en realidad, no queremos resolver del todo. Porque si algo tiene el vino es esa capacidad de ser siempre una promesa abierta, un brindis hacia algo que aún no ha ocurrido.

Tal vez la verdadera pregunta no sea cuál es mejor, sino: ¿y si la próxima copa que elijas te cambia la forma de mirar el mundo?

 

El eterno embrujo de las comedias románticas clásicas sigue vivo

El eterno embrujo de las comedias románticas clásicas sigue vivo ¿Por qué las comedias románticas clásicas nunca dejan de enamorar?

Estamos en agosto de 2025, en una tarde templada en la que el aire huele a café recién molido y a celuloide antiguo. Las comedias románticas clásicas siguen latiendo en la memoria colectiva como esas canciones que, aunque hayan pasado décadas, nos sabemos de memoria sin querer. Yo lo sé porque las he buscado, las he revisitado, las he visto cambiar de traje —de blanco y negro a 4K—, pero nunca de alma. Y cada vez que me sumerjo en ellas, vuelvo a descubrir lo mismo: el tiempo no les ha robado ni una pizca de encanto.

Las comedias románticas clásicas son como cartas de amor enviadas al futuro sin fecha de caducidad. Es curioso, en pleno auge de la inteligencia artificial y de las plataformas de streaming que predicen tus emociones antes de que las sientas, que sigamos buscando en la pantalla el mismo gesto, la misma mirada, el mismo beso bajo la lluvia.

Y no, no es nostalgia pura y dura. Es que funcionan. Funcionaban en los años cuarenta y funcionan ahora, tanto si la protagonista lleva guantes de encaje como si pilota una nave espacial.

El eco vintage que no deja de resonar

Cuando pienso en títulos como Sucedió una noche, Casablanca o Vacaciones en Roma, me viene esa sensación de estar presenciando una receta perfecta: encuentros fortuitos, diálogos que chispean, malentendidos que enredan y, al final, un instante que lo resuelve todo con una mirada. Esa fórmula, pulida como un diamante por el Hollywood dorado, sigue viva porque toca algo universal.

El cine de ahora lo sabe. Y por eso las grandes plataformas han aprendido a empaquetar ese guion clásico con ropajes nuevos, mezclando lo que huele a romántica vintage con elementos de cine retro romántico y, por qué no, con toques de romance futurista. Lo he visto en películas que se ambientan en ciudades inventadas del siglo XXIII, pero con cafés de esquina que podrían estar en París en 1955. Es la alquimia del “future retro”, esa estética que mezcla la calidez de lo antiguo con el vértigo de lo que está por venir.


Cuando la Navidad se convierte en un personaje más

Las películas navideñas tienen un truco que ningún algoritmo ha conseguido agotar: el invierno, las luces, el olor a canela y ese pacto implícito de que todo va a acabar bien. Pienso en Love Actually o en la reciente Unwrapping Christmas, que en el fondo es un envoltorio nuevo para el mismo regalo: un romance que crece al calor de un árbol iluminado.

La Navidad es un marco narrativo tan poderoso que basta con situar a los protagonistas en un pueblecito nevado para que la química se dispare. El cine lo sabe y lo explota cada año. Y lejos de cansar, reconforta. Es un cliché que nos gusta masticar despacio, como un dulce que guardamos solo para diciembre.


Mascotas que mueven más que la cola

En “Casi una novela” me encontré con Pizza, una perrita que no está ahí para rellenar silencios, sino para detonarlos.

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Ese es el gran acierto: las historias románticas con animales no son solo tiernas, sino que ofrecen un catalizador emocional. La mascota rompe barreras, provoca encuentros y obliga a los personajes a mostrarse vulnerables.

Esto no es nuevo, pero ahora está más presente que nunca. Las novelas contemporáneas entienden que un perro o un gato puede ser tan crucial para el desarrollo de la trama como el propio interés amoroso. Es un recordatorio sutil de que cuidar de otro ser es, en el fondo, aprender a amar.

«A veces un ladrido abre más puertas que un piropo.»


El rugido de los motores en la ficción romántica

Lo confieso: tengo debilidad por los galanes con chaqueta de cuero y sonrisa peligrosa. Paul Stone, el piloto de MotoGP en Casi una novela, no es solo un cliché sobre ruedas: es la materialización del riesgo y la velocidad como metáfora del amor.

El romance deportivo se ha convertido en un terreno fértil para estas historias. Y no me refiero solo al motociclismo: hockey, fútbol americano, automovilismo… todos comparten esa tensión física y emocional que eleva el drama romántico. La figura del piloto, en particular, aporta algo irresistible: el dominio del peligro, la adrenalina, la vida al límite.

«En el amor, como en la pista, frenar demasiado pronto es perder.»


La paradoja digital del amor humano

Hoy, mientras los coches se conducen solos y la realidad aumentada permite “caminar” por el set de Casablanca, lo que buscamos sigue siendo lo mismo: conexión genuina. Hay startups capaces de escribir tu comedia romántica personalizada según tus gustos, pero ni el mejor algoritmo puede replicar la imperfección de una pausa incómoda o de una risa espontánea.

Las tecnologías emergentes, desde la inteligencia artificial hasta los entornos inmersivos, no están matando el género: lo están expandiendo. Podemos ver una historia ambientada en Marte, con un robot como coprotagonista, y que aun así nos recuerde a Vacaciones en Roma. Porque lo importante no es el escenario, sino el latido que hay detrás.


Entre lo eterno y lo nuevo

El romance futurista no sustituye a las comedias románticas clásicas: las reinterpreta. Los cafés en blanco y negro se transforman en bares interestelares, pero los arquetipos sobreviven. El galán arriesgado, la protagonista que se debate entre protegerse o entregarse, el instante de revelación… todo sigue ahí.

Lo mismo ocurre con lo retro. No es solo una moda estética: es un vínculo emocional con una forma de contar historias que resistió guerras, crisis y modas pasajeras. Ahora se combina con narrativas interactivas, realidades virtuales y mundos generados por IA, pero la esencia permanece intacta.


«El amor verdadero nunca pasa de moda, solo cambia de vestuario.»


A veces me pregunto si dentro de cincuenta años, cuando un espectador se ponga unas gafas de inmersión total para “vivir” una comedia romántica, seguirá reconociendo la misma emoción que nosotros sentimos viendo a Cary Grant o Audrey Hepburn. Me atrevo a decir que sí. Porque el amor, con o sin píxeles, con nieve real o generada por ordenador, seguirá siendo la mejor aventura.

Y tal vez, en ese futuro, un piloto de motos, una perrita entrometida o una cena de Nochebuena bajo luces parpadeantes seguirán siendo excusas perfectas para contar la misma historia de siempre: dos personas que se encuentran, se pierden y se vuelven a encontrar.

La pregunta es… ¿estaremos preparados para enamorarnos igual que lo hicieron ellos, sin manual de usuario ni botón de “pausa”?

¿Qué esconde el revival del JAZZ retroglamour en Nueva York?

¿Qué esconde el revival del JAZZ retroglamour en Nueva York? El JAZZ y el Art Deco resurgen como nunca en la Gran Manzana

Estamos en agosto de 2025, en Nueva York, y el jazz —ese viejo conocido que nunca muere— está más vivo que nunca 🎷. Pero no se trata solo de música. Lo que vibra en las calles, en los bares ocultos, en los rooftops con vistas infinitas y en los salones dorados de hoteles legendarios, es una especie de hechizo. Un llamado sensual y elegante al pasado, al brillo de una era que parecía extinguida y que, sin embargo, resucita con una fuerza inesperada.

Lo llaman el renacimiento del jazz retroglamour, y no es solo una moda ni un capricho hipster: es un fenómeno cultural cargado de nostalgia, libertad y sofisticación. En esta ciudad que nunca pide permiso para cambiar de piel, lo vintage ha dejado de ser accesorio para convertirse en protagonista. Y el Art Deco, con su estética poderosa y sus líneas doradas que parecen dibujar el futuro desde el pasado, se ha vuelto a colar por cada rendija de Manhattan.

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Origen: La Jazz Age Lawn Party & Picnic marca el comienzo del verano y las entradas ya están a la venta

Una fiesta clandestina a plena luz del día

Todo empieza, o más bien, culmina cada verano, con la Jazz Age Lawn Party. Un festival que no parece de este siglo y, sin embargo, es más actual que cualquier rave en Williamsburg. Celebrado en Governors Island desde hace dos décadas, este evento parece una película de época donde el decorado es real: flappers, caballeros de sombrero panamá, jazz en vivo y cócteles servidos en cristalería que no tiene prisa. Si uno no lo supiera, podría pensar que el mismísimo Gatsby está por llegar.

Michael Arenella & His Dreamland Orchestra son los culpables de esta fantasía bien orquestada. Lo que comenzó como un picnic improvisado ha devenido en un templo retro donde el pasado es más deseado que el presente, y donde el futuro se infiltra con delicadeza: Social Hour, los cócteles de autor que remiten a la tradición pero son fruto de destilados y técnicas contemporáneas, redondean la experiencia. Aquí no se baila para presumir en redes; se baila para volver a sentir algo que creíamos perdido.

«Bailar Charleston con los pies y el alma mientras Manhattan observa desde lejos».

Art Deco, esa elegancia que nunca se fue

Nueva York nunca dejó de ser Art Deco. Solo que ahora lo recuerda con orgullo. Hay más de sesenta edificios catalogados con este estilo que mezcla geometría, simetría y esplendor. Algunos, como el Chrysler Building o el Empire State, son emblemas turísticos. Pero otros resurgen ahora como escenarios del nuevo jazz vintage, sin necesidad de disfrazarse.

El JW Marriott Essex House despliega su Gran Salón como un salón de baile de película en blanco y negro. Mientras tanto, el Hotel Fouquet’s, en pleno Tribeca, juega a ser París en pleno Manhattan. Sus habitaciones en tonos lavanda, verde oliva y almendra tostada parecen salidas de una paleta de época, y el bar Titsou huele a ginebra francesa y a secretos bien guardados.

En la terraza Le Vaux, uno puede beber mirando al downtown como si el tiempo se hubiese torcido. No es nostalgia: es estética con memoria.

Clandestinidad a la carta

Los speakeasies son ya parte del paisaje emocional de Nueva York. Pero ahora no se esconden por necesidad, sino por placer. Acceder a ellos sigue siendo un pequeño ritual, y esa pequeña dosis de misterio le da al cóctel un sabor distinto.

Está el clásico Please Don’t Tell (PDT), donde el acceso a través de una cabina telefónica dentro de Crif Dogs nunca deja de sorprender. Allí los bartenders hablan poco pero mezclan como dioses. Está también The Back Room, donde la coctelería se sirve en tazas como en la época de la Ley Seca y uno podría cruzarse con fantasmas de Bugsy Siegel o Lucky Luciano.

Pero quizás el más evocador sea The Campbell Apartment: un despacho reconvertido en bar, con techos de madera, vitrales y sillones que parecen haber sobrevivido a varias fiestas secretas. Allí, los tragos tienen nombres que suenan a novelas perdidas y el tiempo, simplemente, se detiene.

«Beber como un mafioso elegante mientras el mundo moderno te espera fuera del vestíbulo».

El jazz nunca se muda, solo cambia de disfraz

Lo que ocurre con el jazz en Nueva York no es solo una resurrección estética: es una reafirmación de identidad. El viejo Blue Note, abierto en 1981, sigue siendo una referencia indiscutible, pero ahora comparte el protagonismo con Bill’s Place, en Harlem, un lugar tan auténtico que parece fuera del radar de Google.

La música aquí no se descarga, se respira. El Blue Note Jazz Festival, que este año reúne a artistas como Grace Jones o Janelle Monáe, mezcla tradición y vanguardia con una naturalidad pasmosa. Es como si Billie Holiday hubiese aprendido a programar un sintetizador.

Y hablando de eso…

El futuro suena como un vinilo digital

El jazz ya no se toca solo con saxofones y contrabajos. Ahora hay sintetizadores, samplers y loops. Hay máquinas que respiran con alma, y músicos que dialogan con algoritmos como si fueran parte de la banda. Los híbridos sonoros abundan: trompetas filtradas por vocoders, baterías analógicas que se funden con beats digitales, y una nueva generación de creadores que sueña con un jazz del siglo XXII.

Hay puristas que fruncen el ceño. Pero incluso ellos reconocen que algo mágico está ocurriendo. La inteligencia artificial no ha venido a destruir el jazz; ha venido a sugerir nuevas armonías. Como en toda buena jam session, el truco está en escuchar al otro y responder con estilo.

De las alturas al asfalto

En esta ciudad de rascacielos, los rooftops se convierten en salones de baile suspendidos. Y si son retroglamour, aún mejor. En Vintage Green Rooftop, uno puede tomarse un martini rodeado de vegetación falsa y vistas de 360° al Empire State. Parece una contradicción, pero funciona. Porque lo que importa no es la autenticidad literal, sino el sentimiento de estar en otro tiempo.

En Ophelia, situado en la Torre Beekman de 1928, los vitrales altísimos y los sillones de terciopelo nos susurran que el pasado nunca se fue del todo, simplemente estaba esperando a que volviéramos a enamorarnos de él.

«Las mejores vistas de Nueva York se encuentran en sus techos… y en sus copas».

Una ciudad que se reinventa mirando atrás

El renacimiento del jazz retroglamour no es un antojo de marketing. Es un síntoma, una respuesta emocional y cultural. En tiempos de ruido, prisas y pantallas, lo que ofrece esta corriente es una pausa con clase, una forma de escapismo elegante y emocionalmente cargado.

Fever y otras plataformas están aprovechando el momento: ofrecen fiestas temáticas, rutas Art Deco, cenas en azoteas con música en vivo. Y lo hacen con gusto, sin disfrazar lo antiguo ni maquillar lo moderno. Porque cuando se hace bien, no hay contradicción entre el ayer y el mañana.

Las rutas de Custom NYC Tours no son solo para turistas: son para quienes quieren entender por qué una gárgola en un edificio de 1930 puede conmover más que un NFT. Y la Art Deco Society of New York, lejos de ser una organización de nostálgicos, es ahora una cantera de experiencias, una brújula para los que buscan belleza sin fecha de caducidad.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)


El jazz retroglamour no es pasado, es presente con memoria

Nueva York mezcla Art Deco y tecnología sin perder el alma

El futuro también viste de lentejuelas y suena en vinilo


¿Será este retorno al jazz y al glamour un simple paréntesis o una nueva forma de mirar el mundo? ¿Estamos bailando hacia atrás para no perder el rumbo? ¿O es que, quizás, el futuro solo puede ser elegante si no olvida cómo empezó el compás?

Sea como sea, en Nueva York, cuando la noche cae y el saxofón se eleva por encima de las azoteas, todo parece tener sentido. Aunque solo dure lo que dura una canción.

¿Quién alquila helicópteros y por qué vuelan tan vintage?

¿Quién alquila helicópteros y por qué vuelan tan vintage? Alquiler de helicópteros con estilo retro es lo más futurista del año

Estamos en el verano de 2025 en Europa, y el alquiler de helicópteros ya no es cosa de ejecutivos encorbatados ni de mafiosos de película de los años 70. Ahora es la escapatoria chic de parejas que huyen del tráfico hacia una boda en el acantilado, o de viajeros caprichosos que desean sobrevolar la Costa Azul como si fueran James Bond con resaca emocional.

El alquiler de helicópteros se ha convertido, por contradictorio que parezca, en una experiencia a la vez futurista y vintage, como si el mañana llevara gafas de aviador del ayer. Y mientras algunos siguen soñando con coches voladores que no despegan ni en render 3D, otros ya están allá arriba, con los auriculares puestos, escuchando las palpitaciones del viento.

Origen: Alquiler De Helicópteros: Una Guía Para Principiantes

Lo retro y lo nuevo se cruzan en la pista de despegue

La primera vez que subí a un helicóptero no fue por necesidad. Fue por capricho. Estaba en el sur de Francia, escapando de un atasco eterno que parecía escrito por Kafka en colaboración con Waze. El helicóptero no solo fue la salida lógica, sino el acceso a una dimensión paralela. No por las vistas, ni por la velocidad, sino por el sentimiento: ese arranque del rotor que te transporta no solo en el espacio, sino en el tiempo.

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«Es como entrar a una escena de Blade Runner dirigida por Billy Wilder.«

La empresa que me facilitó el salto —literal— al cielo fue Aeroaffaires. Su catálogo es un desfile de máquinas que parecen sacadas de un garaje secreto entre Mónaco y el futuro: modelos ligeros, opciones económicas, bichos lujosos con piel cosida a mano, tecnología de punta, pilotos con más calma que un mayordomo inglés. Todo listo para el despegue.

El procedimiento es directo y, lo que más agradezco, sin el tono de estafa de agencia vintage: contacto sencillo, cotización clara, sin letras pequeñas ni “impuestos del cielo”. Te asignan un piloto profesional y te dan un briefing de seguridad que ni un astronauta recibiría con más detalle. ¿Y si el clima no colabora? Se cancela sin drama. Porque volar, por encima de todo, debe ser algo noble, un acto casi caballeresco, no una apuesta meteorológica.

El lujo ya no está en el champán sino en evitar el atasco

Es curioso cómo ha cambiado la percepción. Antes, hablar de alquiler de helicópteros era imaginar mafiosos rusos, estrellas de cine o herederas huidizas. Hoy, es el capricho de cumpleaños de alguien que prefiere altura antes que altura social. Un regalo de aniversario. Un «vamos a casarnos en ese acantilado imposible». O simplemente, una manera elegante de decirle al tráfico: “no, gracias”.

Y aún más curioso es cómo, en plena era del minimalismo zen, los helicópteros están teniendo un momento de oro. Porque mientras otros se obsesionan con el silencio y la meditación, volar sigue siendo esa experiencia bulliciosa, gloriosa y profundamente humana, donde el ruido del motor no interrumpe el alma: la despierta.

Lo futurista también tiene cuero envejecido

Los modelos que ofrece Aeroaffaires son como una pasarela aérea entre décadas. Algunos parecen diseñados por Daft Punk con nostalgia por los años 60. Otros son más funcionales, sin renunciar al detalle clásico: ese asiento con costura marcada, ese mando que recuerda a un videojuego vintage, esa cabina donde el cristal es el verdadero espectáculo.

Pero lo mejor es imaginar lo que viene. Porque si hoy el alquiler ya es una experiencia cinematográfica, el futuro se está preparando para su secuela: propulsión eléctrica, materiales ultraligeros, automatización total, cabinas inteligentes y hasta realidades aumentadas que convierten cualquier vuelo en una fantasía interactiva. Es decir, viajar como si fueras el protagonista de una novela de Philip K. Dick pilotando un pájaro diseñado por Eileen Gray.

«El futuro será eléctrico, pero con cuero y hélice de alma vintage.«

Y sin embargo, con tanta novedad, hay algo que no se pierde: esa emoción de elevarse, de ver el mundo desde arriba, de comprender que todo, desde los tejados hasta las discusiones, se ve más pequeño cuando se flota. No es huida, es perspectiva.

Un pitido Blade Runner, una sonrisa de época

La frase final la robo del propio texto de Aeroaffaires porque no podría decirlo mejor: “un pitido a lo Blade Runner y una sonrisa de época”. Así es como uno aterriza tras uno de estos vuelos. Con el cuerpo aún vibrando por la adrenalina elegante, y la mente dando vueltas al hecho de que, en el fondo, el futuro siempre quiso parecerse a los años dorados.

He conocido viajeros que usan el helicóptero como quien pide un Uber caro. Pero también he conocido soñadores que lo hacen una vez, y ya no bajan. Porque es algo más que un transporte: es un rito. Un guiño al pasado, una carcajada al presente, una provocación al futuro.

A veces creo que quienes alquilan helicópteros no lo hacen solo por llegar más rápido. Lo hacen porque saben que la altura lo cambia todo. Lo hace más ligero, más absurdo, más bello. Porque el cielo no tiene atascos, pero sí muchas preguntas.

¿Quién dijo que lo vintage no puede volar hacia el futuro?

Y así seguimos, viendo despegar helicópteros desde campos improbables, terrazas de hotel, playas escondidas y fincas secretas. Unos lo hacen por amor, otros por negocios, otros por capricho. Todos, sin saberlo, son parte de este nuevo aire.

Porque aunque el cielo sea el mismo de siempre, los que se atreven a elevarse lo ven con otros ojos. Y mientras tanto, abajo, el tráfico sigue pitando.


“Volando, todos los problemas se ven como juguetes rotos.” (Anónimo sobre un Bell 206)

“¿Quieres conocer un país? Sobrevuélalo.” (Adaptación libre de Saint-Exupéry)


El alquiler de helicópteros es la nueva escapatoria futurista con alma vintage

Subirse a un helicóptero es pilotar un sueño con hélice y nostalgia

¿Tú también lo sientes? Esa llamada suave del rotor girando, como una promesa de algo más alto. ¿Y si el verdadero lujo del futuro fuera mirar al mundo desde el cielo, como lo hacían los héroes antiguos con un pie en las nubes y otro en la historia?

¿Volkswagen ID. Buzz es el microbús retro que siempre soñamos?

¿Volkswagen ID. Buzz es el microbús retro que siempre soñamos? El ID. Buzz gana premios y se transforma en una sala de videojuegos

Estamos en julio de 2025 en Estados Unidos, y mientras las calles hierven entre asfalto caliente y promesas de futuro, un microbús retro se abre paso como un cometa color menta entre los coches aburridos de siempre. Sí, estoy hablando del Volkswagen ID. Buzz, ese capricho eléctrico que parece salido de un festival de Woodstock pero que lleva dentro el cerebro de un astronauta.

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El ID. Buzz no es un coche, es un guiño. Un gesto. Un recuerdo en movimiento.

Hace tiempo que los ingenieros alemanes se tomaron en serio la nostalgia. La tomaron, la pulieron con baterías de última generación y la presentaron al mundo con una sonrisa: el ID. Buzz. ¿Qué tiene de especial este vehículo que parece sacado de un anuncio de los setenta pero que hoy brilla como si viniera del 2050? Pues todo. Y eso no lo digo yo, lo dice el premio World Car Design of the Year 2025, que recibió en el Salón del Automóvil de Nueva York.

La carrocería bicolor, el techo panorámico, un interior que se estira como salón de casa hippie en pleno Malibu. Todo grita diseño con alma, forma con intención. Es uno de esos coches que te hace girar la cabeza y preguntarte: “¿Y por qué ya nadie hace cosas así?”

Un capricho con cerebro futurista

Pero esto no se queda en lo estético. Volkswagen no vino a hacer un remake, vino a reescribir la historia con un nuevo idioma. La verdadera sorpresa no está solo en la chapa retro, sino en el alma digital que esconde. Mientras otros hablan de autonomía como si fueran los primeros en descubrir el fuego, Volkswagen y Uber se abrazan para desplegar miles de ID. Buzz AD totalmente autónomos por todo Estados Unidos.

Sí, lo que oyes. A partir de 2026 —y con pruebas que ya empiezan este año— los Buzz empezarán a circular sin conductor, como si fueran fantasmas eléctricos con GPS. Y no hablamos de teorías, sino de alianzas concretas, estrategia alemana con ambición californiana. Lo retro se vuelve ciencia ficción. Y funciona.

“La nostalgia puede ser el motor del futuro si se conecta bien al presente.”

Ahora imagina esto: te subes a un microbús inspirado en 1962, no hay nadie al volante, suena música de fondo y en lugar de mirar el móvil para perder el tiempo… juegas a Breakout: Recharged.

Sí, otra sorpresa más. Volkswagen se alía con AirConsole y Atari para que, mientras cargas el coche o esperas al niño que sale de clase, puedas jugar a títulos clásicos directamente en la pantalla del vehículo. Solo escaneas un código QR con tu móvil, lo usas como mando, y de repente estás pegado a una partida de Asteroids: Recharged como si estuviéramos en una recreativa del pasado.

Un salón de juegos sobre ruedas

Esto no es marketing. Es puro romanticismo con cables. Porque, aceptémoslo, la tecnología a veces cansa. Nos hace sentir solos, fríos, acelerados. Pero cuando te la sirven con una carcasa de nostalgia, como si fuera una taza de café con sabor a infancia, entonces pasa algo. El corazón se ablanda.

El ID. Buzz es un puente emocional, y Volkswagen lo sabe. Por eso no solo te transporta físicamente, sino que te lleva a otro lugar más difícil de alcanzar: el pasado que todos quisiéramos revivir. Un pasado sin tráfico, sin estrés, con juegos de píxeles y ventanas panorámicas. Donde el tiempo no era oro, sino una canción de The Mamas & the Papas sonando en la radio.

“No hay futuro sin pasado. Y este microbús lo demuestra con estilo.”

¿Un coche o una cápsula del tiempo?

En cierto sentido, subirse al ID. Buzz es como entrar en una cápsula del tiempo al revés. Porque no solo recuerda lo que fue, sino que proyecta lo que podría ser. Combina el confort de una furgoneta familiar con las fantasías de la ciencia ficción. Y lo mejor: no quiere parecerse a nadie. No pretende competir con los SUV sobrios ni con los deportivos enojados. El ID. Buzz va por su propio carril, literal y figuradamente.

¿Y qué mejor compañero para la vida moderna que uno que no quiere estresarte? Silencioso, espacioso, autónomo y con videojuegos. Es como si los ingenieros de Volkswagen hubieran decidido diseñar el coche que un niño soñaría… y luego se lo entregaron a su yo adulto.

Humor, diseño y un poco de picardía alemana

La picardía alemana no es algo de lo que se hable mucho. Se asocia más a rigor, eficiencia, precisión. Pero hay que ver el sentido del humor escondido en este proyecto. Porque, seamos honestos, ¿quién se toma en serio a un microbús amarillo y blanco que juega videojuegos?

Y sin embargo, funciona. Porque detrás de esa carcasa de juguete hay una ingeniería seria, una promesa de movilidad libre, una visión del transporte sin tensiones. Algo más humano. Algo que recuerda que moverse puede ser también una forma de estar.

El ID. Buzz no compite, conquista

El premio que se ha llevado no es solo por su estética. Es por su capacidad de emocionar. Por ser uno de esos vehículos que no solo transportan cuerpos, sino que mueven almas. Que nos hacen recordar y, al mismo tiempo, nos obligan a imaginar.

¿Qué pasa cuando lo retro se hace eléctrico? Pues que el presente se pone interesante.

Y aquí es donde el ID. Buzz brilla más: no en los datos técnicos, que los tiene, sino en esa sensación de estar en un objeto que fue soñado antes de existir. Como si alguien hubiera cogido una ilustración de los años 70 y la hubiera soplado hasta convertirla en realidad.

Y ahora va por la calle. Con premios. Con videojuegos. Y dentro de poco… sin conductor.

“No hay mejor GPS que el recuerdo.”

“El pasado no está muerto. Ni siquiera es pasado.” (William Faulkner)

“Lo retro no envejece. Solo se reinventa con mejores ruedas.”


¿Será este el primer paso hacia una nueva forma de viajar más libre, más emocional, más humana?
¿O estamos simplemente jugando con píxeles mientras el futuro nos alcanza en silencio?

¿Y si el coche más revolucionario del mañana… tiene el alma de un juguete antiguo?


Fuentes:
Premio World Car Design of the Year 2025
Alianza con Uber para ID. Buzz AD
Juegos clásicos en el ID. Buzz

The Vintage Caravan y Åkerfeldt provocan un terremoto sonoro en septiembre

¿Puede un filósofo retro cambiar el futuro del prog rock? The Vintage Caravan y Åkerfeldt provocan un terremoto sonoro en septiembre

Estamos en julio de 2025, en algún lugar entre un vinilo girando y una cinta analógica calentándose en los cabezales de un viejo magnetófono Revox. Suena “Philosopher” y algo se abre en el aire, como una puerta secreta en la memoria. The Vintage Caravan, esos islandeses con alma de carretera polvorienta y garage setentero, han hecho lo impensable: convocar la voz de Mikael Åkerfeldt para atravesar el tiempo y grabar una joya melancólica en pleno auge de la psicodelia moderna. Y no, no hay growls, ni solos inhumanos. Lo que hay es verdad, una colaboración tan prometedora que huele a clásico antes de nacer.

“Philosopher” no es solo la primera pista del nuevo álbum Portals (que saldrá el 26 de septiembre de 2025 vía Napalm Records), es también un manifiesto: aquí se juntan dos generaciones de brujos sonoros para demostrar que el retro-prog rock no ha muerto, solo estaba soñando. Lo que ocurre entre los surcos de esta canción —y de todo el disco— no es nostalgia. Es otra cosa. Algo más cercano a un conjuro futurista hecho con materiales antiguos, como cuando un niño encuentra una radio a válvulas y en vez de tirarla, la enciende… y escucha.

Un cruce de caminos entre Opeth y Islandia

La historia de esta unión empieza, como muchas grandes historias del rock, en la carretera. Entre 2022 y 2024, The Vintage Caravan telonea a Opeth en varios países de Europa. Lo típico: backstage, cervezas tibias, pedales intercambiados. Pero también algo que no es tan típico: una conexión real. Aquel extraño equilibrio entre el fuego joven de Óskar Logi y la introspección elegante de Åkerfeldt no tarda en cuajar.

En octubre de 2024, la banda alquila Arda Recorders, un estudio en Porto con pinta de catedral para freaks del sonido crudo. Allí graban todo el disco en cinta analógica, con su productor de confianza Axel “Flexi” Árnason. Y mientras dan forma a una canción que aún no tenía nombre, llega un mensaje de Mikael: una nota de voz con una melodía barítona que suena a súplica y a mantra.

Días después, Åkerfeldt aterriza en Portugal y graba su parte en una sola noche. Lo hace sin guturales, sin artificios, buscando lo que él mismo definirá más tarde como un “crooner prog con aire setentero”. Hay magia en esa sesión. Y nadie lo dice, pero todos lo saben: esto no es un featuring, es una alianza.

«No se trata de mirar atrás, sino de usar el pasado como lanzadera»

Entre portales y fases lunares

El álbum se llama Portals por una razón. Está dividido en capítulos instrumentales —cinco “portales”— que funcionan como pasajes hacia otras texturas, otros tiempos. Justo después de “Philosopher” suena “Portal I”, y entonces entiendes que estás entrando en un lugar con reglas distintas. Los sonidos no se acumulan: flotan. Se abren como si la cinta misma estuviera viva y respirara por los altavoces.

La decisión de grabar directo a cinta no es caprichosa. Lo hacen en cinta Ampex de 2”, luego digitalizan a 96kHz para añadir overdubs. Buscan ese grano rugoso pero preciso, como el de los discos de Deep Purple en su era más cruda. Para darle más cuerpo, pasan las baterías por saturadores Neve, y cuando llegan los interludios, suman grabaciones de campo del puerto de Porto —gaviotas, motores, voces lejanas— que transforman en texturas granulares al estilo Boards of Canada. No hay aquí un afán por lo perfecto: hay una obsesión por lo auténtico.

La mezcla final es un híbrido entre lo analógico y lo digital. Los Moogs arpegiados suenan como si fueran grabados en la nave de Klaus Schulze, mientras las guitarras fuzz se arrastran como babosas cósmicas salidas de un LP de Hawkwind. Todo se mueve, todo vibra. Esto no es producción, es alquimia.

El efecto Åkerfeldt: un nuevo barítono para el prog

Pero volvamos a Mikael, porque su voz no es solo una firma: es una declaración. Aquí no canta como en Ghost Reveries ni como en Watershed. Aquí suena suave, contenido, casi soul. Sus versos flotan, y cuando entra el estribillo, lo toma Óskar Logi con un rugido psicodélico que remite al Sabbath más denso. La fórmula funciona: versos cálidos, estribillos afilados. Un juego de espejos vocal que recuerda a duetos jazz, pero con pedales fuzz y batería a tumba abierta.

En cuanto a la estructura armónica, Åkerfeldt propone progresiones modales que sacan a Caravan de su zona de confort. Ya no estamos solo en terreno stoner o retro blues. Ahora hay fugas canterburyanas, curvas a lo Gentle Giant, guiños a Heritage y líneas de bajo que parecen compuestas por un Zappa islandés en ácido.

Y la letra… ah, la letra. «We are portals to ourselves» dice Mikael, y uno no puede evitar pensar en el bucle que une estos mundos: el pasado, el presente y ese futuro vintage que Caravan está ayudando a construir. Hay filosofía, claro. Pero también una ternura que sorprende en un tipo que ha cantado sobre la muerte más veces que Baudelaire.

«El futuro será retro o no será»

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Origen: Metallized.it

Ecos de otras galaxias stoner y colaboraciones cruzadas

La de Caravan y Åkerfeldt no es la única unión psicodélica de esta década. En 2021, Elder y Kadavar parieron Eldovar, una gema confinada con sabor berlinés. En 2024, Elephant Tree y Lowrider firmaron The Long Forever, mientras que Brant Bjork y Nick Oliveri (como Stöner) siguen sacando discos que huelen a desierto y a gasolina.

Hay un patrón aquí: músicos de generaciones distintas, de escenas paralelas, que se juntan no solo para grabar, sino para construir mitologías sonoras. Es la era de la colaboración futurista entre generaciones del prog, y Portals se suma al mapa con ambición, sin miedo a ser demasiado clásico ni demasiado marciano.

Ediciones para amantes de lo tangible

Claro, también está el objeto. Porque este disco no se entiende sin su fetichismo físico. Habrá edición digipak con libreto de 20 páginas, dos versiones en vinilo (el «Blood Moon splatter» y el «Portal Verde», este último solo para coleccionistas), una cassette cromada negra con tampografía plateada, y versión hi-res digital 24-bit para puristas del FLAC.

La joya de la corona: las ediciones limitadas incluyen slipmat exclusivo, record-butler y patch bordado. Un delirio para melómanos y coleccionistas que saben que no todo cabe en un playlist.

Como se indica en la web oficial de Napalm Records, hay formatos para cada perfil de oyente.

¿Y si el futuro fuera un bucle de cinta?

La gira europea ya está en marcha, y los rumores apuntan a una aparición conjunta en directo entre Caravan y Åkerfeldt para finales de otoño. Lo imagino ahora: luces cálidas, olor a incienso barato, una cinta girando en un TEAC de los setenta mientras la voz de Mikael desgarra el alma del público sin levantar el tono.

En mi tocadiscos, la aguja ya está bajando otra vez. Vuelve “Philosopher” y siento algo que no sentía desde hace años: asombro. No por lo nuevo, sino por la capacidad del rock de hablar con su propio pasado sin parecer un viejo borracho en una barra de bar.

¿Y si el rock progresivo no estuviera destinado a morir en museos ni a ser domesticado por algoritmos? ¿Y si justo ahora, en este preciso momento, estuviéramos cruzando uno de esos portales del título?

Porque a veces, los futuros más prometedores se esconden en las cintas más antiguas.

¿Puede un HOGAR MINIMALISTA VINTAGE ser cálido y futurista a la vez?

¿Puede un HOGAR MINIMALISTA VINTAGE ser cálido y futurista a la vez? HOGAR MINIMALISTA VINTAGE con alma nostálgica y cerebro tecnológico

Estamos en pleno 2025 en el corazón de Tribeca, donde el tiempo parece plegarse como una sábana recién planchada. Todo en este loft respira aire limpio, madera envejecida y metal con memoria. Un HOGAR MINIMALISTA VINTAGE, sí, pero no de catálogo. Uno con carácter. Uno que habla.

Desde que cruzo la puerta, algo me atrapa sin ruido. Será ese sofá de cuero curtido que parece haber sobrevivido a un motín en los 70 o tal vez la lámpara articulada que me guiña desde una esquina como si supiera más de mí que yo de ella. Todo aquí es intencionado, sobrio pero con alma, silencioso pero cargado de historias.

«Menos cosas, más sentido. Menos ruido, más alma.»

A este lugar no se le nota el esfuerzo. Y eso lo hace aún más seductor. El equilibrio entre minimalismo moderno y diseño vintage no solo funciona: respira con ritmo propio. Como una canción olvidada que sigue sonando en bucle.

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Cuando el estilo retro no es un disfraz sino una voz

No hay cuadros colgados sin motivo. No hay sillas solo por llenar rincones. Cada pieza ha sido elegida como se escoge una palabra en una carta de amor. Es la forma más adulta de jugar con el pasado sin quedarse atrapado en él.

Los materiales hacen el resto: nogal crudo, latón patinado, acero cepillado… aquí no hay lugar para la imitación. Las superficies blancas y pulidas sirven de telón a estos elementos con historia. Son el yin y yang de este relato visual: lo nuevo en calma, lo viejo con presencia.

Hay una mesa de centro que parece haber sido testigo de conversaciones clandestinas. Las patas de metal oxidado abrazan la madera como si intentaran retener algo que se escapa: el tiempo, quizás.

«El diseño verdadero no grita. Susurra.»

¿Funcionalidad o nostalgia? El dilema que este hogar ya resolvió

Funcionalidad. Qué palabra más fea cuando se pronuncia sin pasión. Pero aquí cobra sentido. Porque el diseño no está para embellecer el polvo, sino para servir al día a día. Y sin embargo, en este hogar minimalista vintage, todo objeto cumple una misión estética y una razón práctica.

Las sillas no solo son cómodas, son esculturas útiles. El sofá modular se transforma según el humor o el visitante. Y la cocina, integrada sin aspavientos, parece más un rincón de laboratorio elegante que una zona de guerra doméstica.

Nada desentona. Todo fluye. Como si hubiera sido coreografiado por un bailarín del Bauhaus con antojo de jazz.

El secreto está en la proporción

Aquí aprendí que no se trata de tener menos cosas, sino de tener solo las necesarias… y bellas. El espacio se respeta. No se llena. No hay miedo al vacío.

La paleta de colores es otra historia que se cuenta sin palabras: blancos rotos, grises cálidos, con apariciones estelares de verde oliva, terracota y azul petróleo. Una sinfonía contenida que sabe cuándo dejar que hable el latón o el negro mate.

Nada reluce de forma artificial. Todo parece haber sido vivido, acariciado por los años y reinterpretado con calma.

👉 Aquí puedes explorar cómo aplicar esta paleta sin caer en el cliché vintage

Estética Tribeca o cómo lograr que lo industrial sea sexy

Ah, Tribeca. Esa esquina del mundo donde lo industrial se volvió deseable. Donde los lofts dejaron de ser fábricas y pasaron a ser templos del diseño. Aquí, ese ADN se nota en cada mueble de patas altas, en cada lámpara tolomeo, en cada vitrina metálica que parece salida de una película de detectives de los años 50.

Inspirado por ese legado, este hogar opta por lo esencial sin rendirse a la frialdad. Porque el minimalismo moderno no tiene por qué ser clínico. Puede tener carne, puede tener alma. Solo hay que saber qué piezas invitan a quedarse.

Futuro con alma de tocadiscos

Y cuando ya crees que todo es nostalgia inteligente, aparece la sorpresa: tecnología integrada de forma invisible. El aire acondicionado se regula sin mandos. Las luces obedecen al tono de voz. Hay un robot que limpia mientras tararea viejas canciones (o eso me gusta imaginar). Todo conectado, todo futurista… pero con estética de radio antigua.

«La nostalgia, si se programa bien, puede ser funcional.»

Así, este espacio no se queda solo en el pasado ni se pierde en el futuro. Lo mezcla, lo digiere, lo domestica. Una especie de Frankenstein emocional que funciona.

Color vintage para corazones del presente

El color no está aquí solo para adornar. Tiene función espiritual. Te invita a bajar el ritmo, a mirar los detalles. Por eso la base neutra —ese blanco que no cansa, ese gris que no pesa— es tan importante.

Y luego vienen ellos: el mostaza apagado, el naranja quemado, el chocolate tibio, el rosa pálido. Tonos que parecían olvidados en los catálogos de los 70 pero que hoy, usados con inteligencia, resultan modernísimos.

👉 Si quieres combinar estos colores como un maestro sin caer en el kitsch, esta guía es infalible

La proporción lo es todo. El truco es no superar el 20% de color fuerte. Así, el espacio no solo se ve sereno, también se siente más grande.

¿Y si lo vintage fuera en realidad lo más moderno que existe?

Vuelvo a mirar ese rincón. Esa silla de cuero envejecido que parece haber visto más inviernos que yo. Ese espejo sin marco que refleja sin imponerse. Ese tapete que no grita, pero susurra historias.

Y me doy cuenta: este lugar no es solo bonito. Es coherente. Es honesto. No trata de impresionar con artificios. No vive de modas pasajeras. Se construye en el presente con los cimientos del pasado y las herramientas del mañana.

“La belleza no es un grito, es una permanencia.” (Octavio Paz)

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Origen: HOGAR MINIMALISTA Con Alma Vintage En El Corazón De Tribeca – FOR+

HOGAR MINIMALISTA VINTAGE para quienes no quieren elegir entre el ayer y el mañana

No hay contradicción en querer tecnología y madera desgastada. En amar los robots silenciosos y los muebles que crujen al sentarse. No hay error en buscar orden sin frialdad, ni en vivir rodeado de historia sin convertirse en un museo.

Este hogar es la prueba de que se puede. Que el estilo retro no tiene por qué ser impostado ni el minimalismo una penitencia. Que el diseño puede ser humano. Cálido. Atemporal.

“Cada objeto tiene dos vidas: la que tuvo y la que tú le das.”

¿Será este el verdadero lujo del futuro? Un lugar donde vivir lento, limpio y con alma.

¿Y tú? ¿Podrías vivir en un espacio así? ¿Dónde cada detalle fue pensado y cada silencio es un elogio? ¿Dónde el pasado no es una carga sino una caricia? Quizá ahí esté la verdadera elegancia: en saber elegir lo esencial con memoria y con propósito. En no tener miedo al vacío. Ni al eco del ayer.

👉 Descubre más ideas sobre cómo fusionar lo retro y lo trendy en clave moderna y funcional

Tal vez el futuro del diseño no sea otro que el retorno a lo esencial. Con más alma, menos gritos. Con más historia, menos espectáculo. Con más Tribeca y menos TikTok.

¿Qué esconde el conflicto entre TAILANDIA y Camboya?

¿Qué esconde el conflicto entre TAILANDIA y Camboya? Templos, misiles y fantasmas del pasado reavivan TAILANDIA

Estamos en julio de 2025, en la frontera que separa —o más bien cicatriza— a TAILANDIA y Camboya. En el aire flota un olor a tierra removida por las minas y pólvora vieja que nunca termina de disiparse. A esta hora, los F-16 tailandeses ya han cruzado la línea una vez más, despertando a los templos jemer con su estruendo. TAILANDIA aparece en las portadas del mundo, pero en realidad nunca ha dejado de estar allí, entre los riscos de la cordillera Dangrek, donde la Historia se desangra desde hace más de un siglo.

«Un templo puede convertirse en trinchera si lo rodean con mapas ambiguos y orgullos heridos.»
«La gloria jemer y el orgullo siamés no caben en un mismo pedestal.»

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El corazón de la disputa no es otro que el templo de Preah Vihear, una joya pétrea que desafía a la gravedad desde un risco y que, como un anciano testarudo, se niega a tomar partido entre sus nietos mal avenidos. No es la primera vez que lo bombardean. Y, si nadie lo remedia, tampoco será la última.

Mapa turistico Ayutthaya Tailandia

Origen: El reino de Ayutthaya

Las huellas largas del Imperio

Hace siglos, cuando el mundo todavía se movía al ritmo del arrozal y el tambor, el Imperio Jemer extendía su sombra monumental desde Angkor hasta buena parte del Sudeste Asiático. Su huella está grabada en piedra y en la memoria camboyana como el eco de un esplendor irrecuperable. Pero en 1351 apareció Ayutthaya, el germen de lo que sería Siam. Y como en toda buena tragedia asiática, la gloria de uno fue la desgracia del otro. Ayutthaya saqueó Angkor, obligó a la realeza jemer a huir al sur y dejó sembrado el campo de resentimiento que aún hoy brota con fuerza.

Ese resentimiento se alimentó luego con tinta y mapas. Cuando Francia decidió que Camboya sería su protegida, se sentó con Siam a negociar líneas imaginarias sobre colinas reales. En 1904 y 1907, con mapas a escala 1:200,000, se sellaron los destinos. O eso creyeron. Preah Vihear quedó en territorio camboyano, pero el acceso más fácil —la meseta tailandesa— permaneció bajo control siamés. Era una trampa perfecta: el templo era de uno, pero el camino del otro.

Entre guerras coloniales y bombas de museo

La Segunda Guerra Mundial no fue gentil con el Sudeste Asiático. Cuando Francia cayó ante Alemania, Tailandia aprovechó para recuperar provincias y se enzarzó con los galos en una guerra breve y olvidada, pero muy reveladora. Luego llegó Japón, con sus tanques en la playa y acuerdos con firma rápida. Bangkok optó por colaborar, aunque algunos —los del movimiento clandestino Seri Thai— eligieron burlar a los nipones y jugar a dos bandas.

Tras el genocidio jemer y la invasión vietnamita de 1978, Camboya quedó reducida a un tablero donde jugaban otras manos. Tailandia fue la retaguardia de esa partida, acogiendo refugiados, traficando información y recibiendo ayuda de todo aquel que desconfiara del comunismo. Preah Vihear y sus templos hermanos pasaron a ser testigos silenciosos de las correrías guerrilleras, los campamentos, los contrabandos y las traiciones.

«La Historia aquí no se escribe con pluma, sino con dinamita y alambre de púas.»

De la Corte de La Haya al cañón sin retroceso

En 1962, Camboya llevó el caso a la Corte Internacional de Justicia. Ganó. Por nueve votos contra tres, los jueces le concedieron Preah Vihear. Tailandia se retiró del templo, pero no de la idea de que aquel fallo era, en el mejor de los casos, incompleto. La trinchera se mantuvo latente.

La cosa se calentó en 2008, cuando la UNESCO tuvo la feliz ocurrencia de inscribir el templo como Patrimonio Mundial. Las explosiones volvieron a escucharse. En 2011, artillería pesada. En 2013, otro fallo: la CIJ reafirmó que la zona circundante inmediata también era camboyana. Más retiro formal, menos renuncia emocional. En el fondo, ni Nom Pen ni Bangkok olvidaban que el conflicto daba votos.

La herida abierta del 2025

Y entonces llegó mayo de este año. Un soldado camboyano pisó una mina en Chong Bok y todo volvió a empezar. Tailandia cerró pasos, echó al embajador camboyano y desplegó cazas. Nom Pen respondió con cohetes BM-21. El 24 de julio, el rugido de los F-16 fue respondido con lanzaderas y sirenas. Siete muertos civiles. Otra vez.

¿Hasta cuándo? La diplomacia está congelada. La Comisión Conjunta de Fronteras lleva años sin reunirse. La ASEAN hace de celestina sin éxito. China y EE. UU. juegan al tira y afloja con cada estallido. Y mientras, la UNESCO intenta convertir el frente en ruta turística.

Templos que hablan más que los generales

Hay algo trágico y poético en todo esto. Ta Muen Thom, Ta Krapey, Preah Vihear: nombres que suenan a leyenda y que en realidad marcan trincheras de una guerra con forma de orgullo. Son monumentos que deberían unir, no dividir. Pero cada piedra que cae —cada inscripción jemer o bajorrelieve de Vishnú— se convierte en evidencia para una parte y en ultraje para la otra.

Y lo más inquietante es que ambas naciones necesitan este conflicto. Camboya lo usa para blindar al clan Hun, ese linaje que lleva más tiempo en el poder que algunos templos en pie. Tailandia, con sus vaivenes de juntas y populismos, necesita una amenaza externa que distraiga de las revueltas internas. Nada une más que un enemigo común.

Y no nos engañemos: el nacionalismo asiático también tiene banda sonora épica, desfiles y fuegos artificiales.

¿Hay salida? Tal vez. Pero no fácil.

La solución no es técnica; es emocional. Está en desminar no sólo el terreno, sino las memorias. Está en crear un “corredor patrimonial compartido”, donde el turista entre con una cámara y no con miedo. En poner visados conjuntos, trenes art-déco, cafés temáticos en la cima de Preah Vihear y souvenirs jemer vendidos por tailandeses.

Hay planes. Japón y la UE financiarían el desminado. Se habla de marcadores trilaterales. Se dibujan rutas patrimoniales con drones civiles. Pero eso exige una voluntad que de momento se ve eclipsada por los radares militares.

«Sin una frontera común, las ruinas seguirán en guerra.»

Y sin embargo, el futuro cabe en un tren

Quizá algún día una locomotora art déco con vagones de terciopelo y olor a curry lleve viajeros desde Surin hasta Preah Vihear sin que el conductor tenga que mostrar su pasaporte. Quizá entonces los viejos templos vuelvan a escuchar el murmullo de rezos y no el silbido de los cohetes.

El futuro podría estar ahí, entre un ladrillo rosa y una estación ferroviaria de inspiración vintage. Pero sólo si ambas partes entienden que el pasado no es una trinchera: es un legado.

La Historia sigue en marcha. La pregunta es si quieren escribirla con pólvora o con poesía.

¿Puede un perfume retrofuturista redefinir la elegancia minimalista?

¿Puede un perfume retrofuturista redefinir la elegancia minimalista? CEDAR CHIC huele al futuro y viste como una camisa blanca

Estamos en el verano de 2025 y el aire en París huele a especulaciones, algoritmos y un leve aroma a cedro blanco. En medio del caos olfativo de los grandes almacenes y las boutiques con luz de laboratorio, una fragancia discreta se abre paso como quien no quiere la cosa, pero con una determinación casi insolente. Su nombre: CEDAR CHIC. Su promesa: la elegancia sin ruido, la sofisticación sin esfuerzo, el lujo que no se nota… hasta que te roza la piel.

CEDAR CHIC no grita, no se impone, no entra con trompetas. Llega como llega el primer rayo de sol por la ventana: silencioso pero total. Y eso, en un mundo donde cada perfume parece diseñado para competir con una discoteca, ya es toda una declaración de intenciones.

«El lujo real es invisible hasta que lo respiras», dicen los entendidos. Y al parecer, Carolina Herrera ha sabido capturarlo y embotellarlo con una precisión que raya en lo poético.

“Menos ingredientes, más carácter”

La fragancia CEDAR CHIC, de la colección Herrera Confidential, es muchas cosas: una metáfora, un manifiesto, una respuesta a la saturación sensorial de nuestro tiempo. Pero sobre todo, es una provocación. Porque se atreve a decir: basta. Basta de capas y capas de notas olfativas que terminan anulándose entre sí. Basta de perfumes que quieren ser todo y acaban siendo nada.

Inspirado en la camisa blanca que tanto idolatra Carolina Herrera —esa prenda que lo mismo viste una cena en Nueva York que un desayuno en Madrid—, el perfume apuesta por una arquitectura simple y depurada, que no por ello deja de ser profundamente sofisticada. O mejor dicho: justamente por eso lo es.

«Menos es más, pero solo si sabes exactamente qué quitar». Y este perfume lo sabe.

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Origen: ¿Por qué CEDAR CHIC huele al futuro vestido de camisa blanca? – JOHNNY ZURI MARKETING

La camisa blanca del siglo XXI… en frasco

Carolina Herrera ha dicho que su camisa blanca es su “manta de seguridad”. Y quien haya tenido una prenda así —la que te salva cuando no sabes qué ponerte— entenderá de qué habla. Eso mismo es CEDAR CHIC: un perfume que no transforma, sino realza. No tapa, sino que acompaña. No pretende ser exótico, sino eterno.

La bergamota y los aldehídos en la salida son como esa primera impresión que huele a limpieza, a sábanas recién planchadas, a dignidad. Los aldehídos, por cierto, son los mismos que Chanel popularizó con su legendario No. 5, pero aquí están reformulados con un guiño retrofuturista. No hay polvo ni nostalgia: hay pureza.

Después, llega el corazón floral, un azahar delicado y sin aspavientos, que no cae en lo cursi, ni siquiera en lo romántico. Se mantiene firme, como quien camina sola en tacones por una avenida vacía. Y al final, la base de cedro y almizcle blanco, esa pareja que huele a piel, a calor humano, a intimidad.

“Hay perfumes que te gritan, y otros que te susurran cosas que no sabías de ti”.

El triunfo de los skin scents

Pasa algo curioso con este perfume: no lo percibes tú, pero lo recuerdan los demás. Es el tipo de fragancia que alguien notará cuando se acerque demasiado, lo que, seamos honestos, es exactamente lo que uno quiere provocar. Nada de estelas de medio kilómetro. Nada de dejar un rastro como de animal salvaje. Aquí se trata de química íntima, no pirotecnia olfativa.

En 2025, los skin scents son la verdadera tendencia. Fragancias que no compiten con el entorno, sino que se fusionan con quien las lleva. Según este análisis, el 40% de los consumidores actuales los prefieren. Es el perfume que no huye del cuerpo, sino que lo celebra.

Miguel Bartolomé, Brand Manager de Isolée, lo define así: “Una extensión de cómo hueles de manera natural, pero mejorado. Como una versión premium de ti mismo”. Y no podría haberlo dicho mejor.

El retrofuturismo que no sabías que necesitabas

Lo llamamos retrofuturismo porque suena cool, pero en realidad es sentido común disfrazado de vanguardia. Tomar algo clásico —los aldehídos, el azahar, la camisa blanca— y llevarlo a un nuevo contexto. Como si el pasado y el futuro se dieran la mano con respeto mutuo. Nada de mirar por encima del hombro a lo anterior. Aquí hay homenaje, no nostalgia.

¿Es CEDAR CHIC el aroma que huele a camisa blanca?

El fenómeno “old lady” —perfumes que antes se consideraban “de abuela” y ahora vuelven con fuerza— se explica en esta clave. Los jóvenes están redescubriendo lo clásico porque, en un mundo donde todo es efímero, lo que perdura tiene valor.

¿Por qué CEDAR CHIC huele al futuro vestido de camisa blanca?

«A veces el futuro huele a lo que olvidamos que nos gustaba».

IA, algoritmos y el arte de oler bien

Sí, incluso aquí ha llegado la inteligencia artificial. No solo en la creación de fragancias como Phantom, de Paco Rabanne, que se vale de neurociencia para provocar emociones, sino también en casas independientes como XIA Perfumes, que formulan olores a la carta mediante algoritmos. Puedes leer más sobre ello en esta crónica.

Pero que nadie se asuste: el algoritmo no mata la creatividad, la potencia. Lo que elimina es el azar y el derroche. Con modelos predictivos, se usan exactamente los materiales necesarios, sin residuos. Un lujo invisible también puede ser un lujo inteligente.

Y no, la IA no es enemiga del alma. Al contrario: la está obligando a definirse.

Minimalismo con propósito

Lo que más sorprende de CEDAR CHIC no es su composición, ni su envoltorio sobrio, ni siquiera su aroma. Lo que conmueve es su intención. Cada molécula, cada acorde, tiene un motivo de ser. Aquí nada está de más, y eso en sí mismo es un lujo que pocos pueden permitirse.

Estamos frente a una fragancia que no necesita campaña, porque se vende sola. No necesita influencers, porque convence con el olfato. No busca viralidad, sino permanencia.

Y sí, se nota.

Referencias para espíritus curiosos

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“La camisa blanca es la única prenda que te saluda sin hablar” (Carolina Herrera)

¿El perfume del futuro?

Quizá la pregunta no sea si CEDAR CHIC es el perfume del futuro. Quizá la verdadera cuestión sea: ¿estamos listos para volver a oler como nosotros mismos?

Porque mientras el mercado sigue enloquecido buscando lo exótico, lo imposible, lo viral, esta fragancia se planta en medio del huracán y dice: “yo soy suficiente”.

Y no, no hace falta gritarlo.


Enlaces integrados de interés:


¿Será esta la fragancia que recordaremos dentro de veinte años? ¿O será, simplemente, el inicio de un nuevo lenguaje olfativo, más íntimo, más humano, más libre? Tal vez la respuesta esté en el aire. Literalmente.

¿Es la FIEBRE RETRO Y VINTAGE la verdadera moda del futuro?

¿Por qué la FIEBRE RETRO Y VINTAGE está conquistando el presente? ¿Es la FIEBRE RETRO Y VINTAGE la verdadera moda del futuro?

Estamos en pleno julio de 2025, y mi armario parece un museo de épocas pasadas 🎸👖. No soy el único: el mundo entero parece entregado a esta deliciosa fiebre retro y vintage, una locura que transforma en oro cualquier objeto olvidado por el tiempo. Me pregunto si nos hemos vuelto locos por el ayer, o si simplemente nunca nos fuimos de allí.

Hace tiempo, lo vintage era un capricho para rebeldes o soñadores, pero hoy es un mandato, un estilo de vida. La fiebre retro y vintage invade festivales, videojuegos, ropa y hasta decoración. ¿Será nostalgia o una búsqueda desesperada por algo auténtico? “La moda siempre vuelve”, decía mi abuela con sabiduría, y no podía tener más razón. Pero también, ¿qué dice esto de nuestro presente? ¿Acaso estamos escapando de algo?

Retro C Trop 2025

Origen: FESTIVAL RÉTRO C TROP 2025: Al Ritmo De La Música Retro En Tilloloy – RED +

Festivales vintage: cuando el futuro mira hacia atrás

Mi aventura comienza en Gran Canaria, en medio del frenético Big Bang Vintage Festival, un paraíso punk y surf donde se baila como si no hubiera un mañana al ritmo de leyendas como The 5.6.7.8’s o Los Sirex. Me sorprende encontrar bodas a lo Elvis y mercadillos repletos de objetos que parecen sacados directamente del garaje de nuestros abuelos. “Aquí lo nuevo está prohibido. Viva lo viejo”, grita alguien desde la multitud. Y tiene sentido, pues en plena era digital, el retorno a lo analógico resulta deliciosamente provocador (como bien retratan en Ruta 66).

Luego cruzo fronteras hasta los jardines del castillo de Tilloloy, en Francia, escenario del festival Rétro C Trop, donde escucho en vivo a Iggy Pop y Sex Pistols. De pronto, estoy inmerso en décadas donde ser rebelde tenía más glamur y menos filtros de Instagram. Alguien me susurra al oído una frase certera: “La rebeldía de antes era poesía; la de hoy, hashtags”. No puedo evitar una sonrisa amarga, pero también pienso: ¿qué será del rock y la rebeldía mañana? (Más detalles aquí).

Videojuegos vintage: jugar con recuerdos vale una fortuna

De vuelta en casa, saco mi vieja Game Boy Color. La pantalla se enciende con el icónico Pokémon Cristal, y vuelvo a sentirme niño. Resulta que estos cartuchos son ahora piezas de colección, tesoros cuya cotización supera con creces lo imaginado en mi infancia. Al parecer, somos muchos los que pagamos fortunas por tener en las manos fragmentos de nuestra memoria digital, convertida ahora en inversión (como revelan en Martz Gaming).

Si hay algo curioso en esta fiebre es que clásicos como Tetris y Super Mario World aún mandan, peleando de tú a tú con juegos modernos como The Legend of Zelda: Breath of the Wild. ¿Es que no aprendemos nada nuevo o acaso lo viejo era realmente mejor? “Todo tiempo pasado fue mejor”, reza el dicho popular. Pero también me pregunto, ¿será cierto o nos estamos autoengañando con romanticismos tecnológicos?

Setentas y 2000s: la moda vintage que se niega a morir

En las calles, la fiebre retro y vintage tiene su propio desfile. Camino por la ciudad y veo pantalones acampanados, estampados psicodélicos y gamulanes modernizados que parecen susurrar en silencio: “volver siempre fue la única opción”. Diseñadores y marcas adaptan el bohemio chic de los setentas a nuestra época, mezclando lo viejo con un sutil aire contemporáneo (como describen con precisión en este artículo).

Y cuando pensé que ya había visto todo, los 2000 asaltan las tiendas con pantalones cargo, botas de plataforma y logomanía desenfrenada. De repente, todos queremos parecer sacados de un videoclip de Britney Spears, como si la modernidad fuera un espejismo del pasado que queremos atrapar desesperadamente (como bien resumen en Grazia Magazine). “Volvemos al futuro mirando por el retrovisor”, me dijo una amiga con ironía. Pero también, ¿hasta cuándo podemos seguir reciclando estilos? ¿Se agotarán alguna vez las épocas para rescatar?

El irresistible encanto de los objetos vintage

Mientras camino entre tiendas y ferias, compruebo que esta fiebre retro y vintage es más que moda pasajera: es una reivindicación de lo auténtico. Joyas vintage, decoración reciclada y prendas únicas llenan espacios físicos y tiendas online. Lo artesanal, lo imperfecto y lo lleno de historia es lo más codiciado (como explican en este análisis de tendencias).

Mi hermana bromea diciendo que ahora nuestro viejo tocadiscos es una joya, cuando antes era simplemente algo que guardábamos por pereza. “La basura de ayer es el lujo de hoy”, sentencia con sarcasmo. Y no puedo evitar reír, pero también inquietarme. ¿Será que estamos consumiendo recuerdos en lugar de construir nuevos?

Mirando al futuro con nostalgia

Y es aquí donde estoy ahora, rodeado de recuerdos materiales, preguntándome qué dice esto de nosotros. Quizá la respuesta sea simple: queremos aferrarnos a un mundo más simple, más tangible, menos efímero. Pero también me surge otra incógnita inquietante: ¿hasta qué punto la nostalgia es un refugio y hasta dónde un espejismo?

Miro por la ventana y veo pasar a jóvenes vestidos con estilos de décadas pasadas, cargando en las manos objetos que sus padres habrían desechado. ¿Y si el futuro es solo una repetición infinita del pasado? ¿Es posible reinventarse mirando siempre atrás?

Quizá, en el fondo, la fiebre retro y vintage sea eso: un espejo donde vemos reflejados nuestros deseos de un presente más humano, más auténtico. Tal vez nunca quisimos ir hacia adelante, sino simplemente regresar a un hogar que jamás existió realmente, pero que siempre añoramos.

Ahora, te pregunto: ¿Estaremos condenados a vivir siempre en el pasado, o podremos algún día imaginar un futuro sin tener que recurrir al ayer?

La sensualidad de TÁNGER que aún hechiza a exploradores vintage

¿Qué secretos guarda TÁNGER entre niebla, libros y promesas rotas? La sensualidad de TÁNGER que aún hechiza a exploradores vintage

TÁNGER huele a gasoil, fruta podrida y literatura no escrita. Y eso no es una metáfora, aunque podría serlo. Es la descripción más honesta y precisa de lo que siento cada vez que bajo del ferry. Una bofetada de memoria húmeda que me recibe con la dulzura brutal del pasado, del deseo, del peligro. Porque TÁNGER, con todas sus letras desordenadas, es un lugar donde el tiempo se rinde. Donde el ayer y el mañana se emborrachan juntos, como dos escritores malditos que han perdido el barco pero no las ganas.

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Origen: Tánger: los jueves y otras lecturas – Juan Pedro Iglesias – Zenda

Volver a Tánger no es un viaje. Es una recaída. Una recaída voluntaria en esa nostalgia retro que se pega a la piel como el calor en un callejón sin salida. Un retorno a esa ciudad con historia que nunca se deja entender del todo, pero siempre se deja querer. Porque Tánger no busca que la expliques, solo que la sientas. Que te pierdas. Que te manches. Que te arriesgues.

La ciudad que se inventó entre páginas y miradas

En cada esquina de Tánger hay un libro que no se ha terminado de escribir. “Aquí el pasado no es recuerdo, es argumento”, me dijo un taxista la primera vez que pisé la ciudad. No exageraba. Porque la literatura occidental, con su ansia de exotismo y misterio, talló el imaginario de Tánger con más eficacia que cualquier arquitecto. Paul Bowles no solo la retrató: la desfiguró con amor. Le puso una máscara de arena, música bereber y dolor existencial.

Luego vino Burroughs, con su pluma envenenada y su mente dividida, a rebautizar la ciudad como “Interzone”, esa zona gris donde todo era posible y nada era legal. Los cafés del Zoco Grande, donde se traficaban versos como si fueran marfil. Las pensiones donde se dormía con un cuchillo bajo la almohada y una novela de espías en el bolsillo. Tánger se convirtió en una mentira que quería ser verdad. Y lo consiguió.

“El realismo aquí no sirve. Solo el deseo tiene mapas.”

Eso lo entendieron también los pintores. Matisse vio el color líquido del Estrecho y lo llevó de vuelta a París en forma de promesa: la luz de África del Norte no era una luz, era una fiebre. Y París se contagió. Así nació ese turismo febril que aún hoy busca “el balcón de Matisse”, no para mirar, sino para ser mirado por los mismos tonos que hace un siglo pintaban las paredes con más intensidad que cualquier pincel.

Rubén Darío, Juan Goytisolo, Pierre Loti. Todos ellos vinieron buscando inspiración y se quedaron atrapados en la atmósfera bereber de una ciudad que no necesitaba impresionar a nadie. Solo vivir. Y morir. Con estilo.

El retrofuturismo se pasea por la medina

Tánger es el paraíso de los exploradores vintage. Los que ya no buscan WiFi sino señales más sutiles: un zellij resquebrajado, una chilaba diplomática, una babucha plateada. Todo aquí respira otra época. Incluso lo nuevo parece viejo. Y eso, curiosamente, es lo que lo hace eterno.

La Legación Americana, por ejemplo, guarda un sintetizador antiguo que Bowles usó para musicalizar tragedias griegas. No me lo estoy inventando. Está ahí, entre pergaminos y polvo, como un testigo del futuro que se pasó de listo y llegó demasiado pronto.

En el Gran Café de Paris, puedes sentarte a fumar mientras el camarero se olvida de ti con la misma elegancia que aplicaría a un escritor arruinado. Y en el Café Hafa, el té a la menta tiene sabor a despedida. La música gnawa suena desde algún patio interior y todo parece parte de una película de espías donde el espía eres tú, pero no lo sabes.

“La decadencia es un lujo que solo ciertas ciudades se pueden permitir”

Tánger no ha sido tocada por la modernidad. Solo la ha visto pasar desde el balcón. Y eso la ha salvado. O la ha condenado. O ambas cosas. Porque esta ciudad vive en el filo de todo: entre Europa y África, entre el deseo y la culpa, entre el arte y el contrabando.

Durante décadas fue zona internacional. Eso significa: sin ejército, sin impuestos, sin reglas claras. Resultado: un nido de espías, editores, artistas y fugitivos. El sueño húmedo de cualquier bohemio con pasaporte y paranoia. Los nazis y los aliados se espiaban desde los mismos bares. Las imprentas sefardíes imprimían panfletos surrealistas mientras sonaba jazz por la radio. Y los viajeros llegaban en ferry, como ahora, solo que con más cicatrices y menos filtros.

“Tánger fue la madre de todos los excesos. Y no se arrepiente de ninguno.”

El ferry como rito iniciático

Subir al ferry desde Tarifa es como saltar al otro lado del espejo. El Estrecho no es solo una frontera de agua: es una línea del tiempo líquida. Un trayecto de una hora que contiene siglos. Uno desembarca en Tánger sin haber terminado de marcharse de Europa, y eso crea una especie de cortocircuito emocional que se traduce en silencio o en risa nerviosa.

En verano, tres compañías se disputan la ruta. Pero todas te llevan al mismo sitio: a ti mismo. Porque lo que cambia no es el puerto de llegada, sino los ojos con los que miras el regreso. Tánger no está en África ni en Europa. Está en ti. O en lo que has perdido y aún no te atreves a recordar.

Las rutas de los fantasmas y la sensualidad evocadora

Hay rutas turísticas actuales que no son rutas, sino invocaciones. Caminos para reencontrarte con el eco de otros que también buscaron algo aquí. ¿El qué? Nadie lo sabe. Quizás una frase. Quizás un error.

La Beat & Bowles Walk pasa por el Hotel Continental, la habitación 108 —la misma que describe Pérez-Reverte—, el Gran Café de Paris y el Café Hafa. Hay lecturas dramatizadas. Hay vinilos de jazz y oud. Y hay viento, ese viento con olor a granada fermentada y palabra no dicha.

Otra ruta se llama “Espionaje & Interzone”. Te lleva a la calle Siaghine, la antigua calle de los espías, y al bar Dean’s, donde las historias aún se cuentan en susurros. Puedes beber ron barato mientras lees un dossier sobre la Operación Bodden, y sentirte parte de una novela de Graham Greene que nadie se atrevió a publicar.

Y la ruta Matisse, claro. Porque todo lo que tiene color aquí acaba llevándote a ese balcón, a ese cuadro, a esa nostalgia visual que ya no necesita ser explicada.

Ciudades que sueñan con ser Tánger

No muchas ciudades del mundo pueden presumir de esta mezcla única de misterio, sensualidad y decadencia vintage. Algunas se le acercan. Valparaíso, con su poesía callejera y escaleras infinitas. Trieste, con sus cafés literarios y su niebla adriática. Odesa, con su canción soviética y su historia de contrabando. Lisboa, con su fado y sus azulejos cansados. Pero ninguna tiene ese temblor de frontera, esa memoria emocional tan afilada como un cuchillo marroquí envuelto en seda francesa.

Lo que queda de mí cada vez que me voy

Tánger no se visita. Tánger se sobrevive. Se entra con expectativas y se sale con grietas. Pero también con algo parecido a la esperanza. Porque hay lugares que no te prometen nada y, por eso mismo, te lo dan todo.

En esa habitación del Continental, miro la bahía y entiendo que no viajo para conocer, sino para recordar. Que no leo para aprender, sino para regresar. Y que no escribo para explicar, sino para salvarme.

“La verdadera postal de Tánger no se vende. Se escucha en el crujido de una escalera.”

Algunas preguntas que todavía me hace esta ciudad

¿Quién escribe Tánger cada noche, cuando nadie la mira?
¿En qué rincón sigue escondido el verdadero Burroughs, riéndose de nosotros?
¿Es posible vivir en una ciudad que no ha dejado nunca de soñar con sí misma?

Porque, si algo he aprendido en todos estos viajes literarios, es que Tánger no necesita que la entendamos. Solo que volvamos. Aunque sea solo un jueves cualquiera.


“En Tánger, la nostalgia no es museo. Es combustible para el futuro.”

“Viajar a Tánger es aceptar que la lógica es una enfermedad curable.”

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“Uno no recuerda los lugares, recuerda cómo le hacían sentir.” (Graham Greene)


Enlaces naturales integrados:

¿Volveré? Seguro. Porque Tánger es eso: la ciudad que se sueña a sí misma… y te incluye en el sueño.

Kelly Deco desata un torbellino retro galáctico con Constellation

¿Puede el VINTAGE-FUTURISM salvar la música del alma perdida? Kelly Deco desata un torbellino retro galáctico con Constellation

El vintage-futurism ha vuelto para quedarse… y viene con traje espacial, cabello engominado y una autómata en tacones 🚀✨. En un mundo donde las canciones parecen clonadas por algoritmos sin corazón, Kelly Deco emerge como un cuentacuentos cósmico con guitarra eléctrica y ecos de Bowie. Su nuevo trabajo, Constellation, no es solo un álbum, es un viaje interplanetario donde lo retro y lo futurista se besan en la penumbra de una galaxia lejana. Y en el centro del huracán, una musa robótica llamada “Automat Girl”.

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Origen: Vintage-Futurism Storyteller KELLY DECO Releases Sci-Fi Lyric Video «Automat Girl»; Constellation Album Out Now

Cuando la nostalgia se viste con láser y brillantina

Kelly Deco no compone canciones. Crea viñetas visuales, películas no filmadas, estampas que podrían colgarse en una cafetería de Marte atendida por androides con alma de crooner. Desde el título mismo del disco, Constellation, se intuye que aquí no hay lugar para el costumbrismo ni las medias tintas. Hay una galaxia completa de referencias flotando en su música: el glam de los 70, la psicodelia más elegante, el teatro musical que ríe y llora al mismo tiempo, y esa bendita rareza que convierte un tema en una experiencia.

Pero cuidado: no es un pastiche ni una parodia. Es una recuperación sentimental de lo que fuimos y un guiño a lo que podríamos ser. Es la mezcla precisa entre un Hopper melancólico y un Ziggy Stardust de hojalata.

‘Automat Girl’, inspirada en el cuadro de 1927 de Edward Hopper, es un pedazo de vintage-futurism ambientado en un futuro no tan lejano”, nos dice Deco. Y uno no puede evitar imaginar a esa chica de mirada perdida en una cafetería automatizada, rodeada de neones parpadeantes, suspirando por un amor que quizás solo exista en su código fuente.

“David Bowie’s Brain” y otras cápsulas del tiempo musical

Hay algo profundamente hipnótico en los títulos del disco. No están ahí solo para sonar cool —aunque, vamos, suenan gloriosos—, sino que cada uno funciona como el punto de partida de una narración en sí misma. “David Bowie’s Brain” es un homenaje sin camuflaje: una disección ficticia del genio, una carta de amor a su imaginario interdimensional. “Destination Fascination” te arrastra a un viaje espacial donde la única brújula es la curiosidad. Y “Creature Dreams”… bueno, ese tema parece salido directamente del diario íntimo de un ser de otro planeta intentando entender nuestras emociones humanas.

En palabras de Greg Prato, de BraveWords, la mezcla de rock setentero con giros futuristas recuerda a Bowie, Meat Loaf, Anthony Newley y Love. Es cierto, pero sería injusto reducirlo a una simple suma de influencias. Kelly Deco no copia: recicla con inteligencia, homenajea con emoción, y sobre todo, imagina con una libertad que hoy parece un lujo.

“Hay robots que lloran mejor que nosotros”

“La nostalgia no es un freno, es una rampa de lanzamiento”. Esa frase no la dijo Deco, pero podría haberlo hecho. Porque en su universo no hay miedo a mirar atrás, a abrazar lo cursi, lo kitsch, lo profundamente humano que alguna vez fue etiquetado como “pasado de moda”. Y qué ironía: ahora que lo humano parece cada vez más lejano, nos hace falta más vintage-futurism.

La producción del disco, a cargo del legendario Val Garay —sí, el mismo que trabajó con Linda Ronstadt y James Taylor—, es tan pulida como un traje espacial recién salido del taller de Tesla. Y por si fuera poco, el arte visual del álbum lleva la firma del mítico Ioannis, conocido por colaborar con Deep Purple y Styx. Una de sus últimas obras originales, dicen. Un broche de oro para una joya sonora.

“El futuro no es un lugar, es una melodía en bucle”

Constellation no es solo un disco. Es una colección de mundos encapsulados en once pistas. Un viaje en coche por la Vía Láctea con la radio encendida y las ventanas bajadas. Una postal de un futuro con alma retro. Entre los temas, hay joyas como “Mr. Tomorrow” —que suena a Sinatra pilotando una nave espacial— o “Gone”, que huele a despedida pero también a renacimiento.

Dancing At The Fall” parece escrita para ese último baile antes del fin del mundo. Y “Voyage To The Silver Sun” podría musicalizar el aterrizaje de una civilización desconocida… o el despertar de un humano que se atrevió a soñar despierto.

El videoclip de “Automat Girl”, ya disponible en el canal de BraveWords Records en YouTube, no decepciona: imágenes que oscilan entre lo art decó y lo retrofuturista, letras que cuentan más de lo que parece y una atmósfera que envuelve como la niebla en una película noir con hologramas.

“Las estrellas no mienten, pero se esconden bien”

“Automat Girl no quiere ser humana. Solo quiere que la entiendan”, dice alguien en los comentarios del vídeo. Y quizá esa sea la gran metáfora de todo este viaje: la necesidad de conexión, de amor, de ser visto, incluso entre criaturas sintéticas o viajeros de otra era.

Mientras tanto, Kelly Deco sigue orbitando a su ritmo, escribiendo canciones desde ese limbo entre la nostalgia y la ciencia ficción, donde todo es posible si sabes cerrar los ojos en el momento justo. No quiere salvar la música. Solo quiere que volvamos a sentir. Y vaya si lo consigue.

“La música es el lugar donde el futuro y el pasado se abrazan” (Frase atribuida a un viejo músico sin tiempo)

“Lo que se escribe entre estrellas no se borra con algoritmos” (Anónimo del cosmos)

La fuerza del vintage-futurism está en hacernos recordar lo que aún no vivimos

“No todo lo antiguo es viejo. A veces, solo estaba esperando su momento”

Entonces, ¿será Constellation la banda sonora del mañana que soñamos ayer? ¿O solo un espejismo musical en una época que ya no cree en el misterio? Solo hay una forma de saberlo: dale al play y cierra los ojos. ¿Quién sabe qué constelación encontrarás al otro lado?

Y si quieres descubrir más sobre este viaje retro-galáctico, puedes encontrar el álbum en CD o vinilo a través de esta página de Deko Entertainment.

COPACABANA BEACH es un futuro retro donde el sol nunca se esconde

¿Por qué COPACABANA BEACH sigue siendo el verano más deseado? COPACABANA BEACH es un futuro retro donde el sol nunca se esconde

Copacabana Beach es ese lugar que parece haber nacido para el exceso, la belleza desbordada y los contrastes imposibles. 🌞 Su nombre no necesita presentaciones ni subtítulos. Basta pronunciarlo para que se active un cóctel mental de cuerpos dorados, música sudorosa, arena caliente, edificios art déco y atardeceres con sabor a caipirinha. Copacabana Beach no es solo una playa: es un estado mental, una promesa de locura controlada, de glamour sin remordimientos, de presente continuo.

Porque, sí, Copacabana Beach arde. Y no solo por los 40 grados a la sombra. Arde porque es una escena perpetua donde se cruzan turistas y cariocas, influencers y abuelos, amantes del bronceado y maratonistas del selfie. No hay reglas fijas en este paraíso de cemento y sal, solo una certeza: el verano aquí nunca termina. El tiempo se derrite como un helado en la vereda. Todo fluye, todo baila. ¿Quién necesita estaciones cuando se vive en este eterno carnaval?

Origen: 50 Rare Historical Photos To Enlighten Your View Of The World (New Pics)

“Copacabana no duerme, solo cambia de ritmo”

Basta mirar a tu alrededor. Las sombrillas se multiplican como hongos en una lluvia solar. Las risas suenan en estéreo. Los cuerpos se exhiben sin pudor, como si cada piel fuera una declaración política del derecho a disfrutar. La samba brota de parlantes invisibles o de algún trío de músicos descalzos que improvisan sobre el empedrado. El agua de coco compite con las caipirinhas por refrescar almas, mientras el océano, ese Atlántico brasileño y tropical, recibe a los bañistas como un dios manso.

Entre montañas y espejismos verticales

El escenario es inmejorable. Copacabana Beach está encajada entre el cuerpo de la ciudad y las montañas que la observan desde el fondo, como si vigilaran que la fiesta no se desmadre… demasiado. El Pan de Azúcar parece una postal de otro siglo, una especie de guardián silencioso. Y al fondo, los rascacielos y hoteles, entre los que brilla el eterno Copacabana Palace, nos recuerdan que este rincón fue también sinónimo de sofisticación. Aquí bailaron Fred Astaire y Ginger Rogers, Lady Di se dejó ver, y más de un presidente firmó acuerdos con olor a bronceador.

Pero hay algo más. Algo difícil de nombrar. Copacabana Beach tiene esa estética de futuro que imaginaban nuestros abuelos: una mezcla de concreto pulido, arte urbano y cuerpos esculpidos por el sol. El resultado es una belleza retrofuturista, como si Blade Runner hubiera sido rodada con guayaberas y ritmos de bossa nova.

“Es un desfile de carne, estilo y contradicciones”

Ahí están, los partidos de vóley que no se detienen ni al caer la noche. Los futbolistas amateur que juegan con más técnica que muchos profesionales. Las palas, los drones, las tablas de surf que se lanzan al oleaje sin complejos. Cada metro cuadrado de esta playa es un laboratorio sociológico donde se cruzan modas, acentos y generaciones. Un influencer transmite en vivo desde su aro de luz portátil mientras, a escasos metros, una señora ofrece empanadas caseras en una hielera.

El contraste no molesta: alimenta el espectáculo. Copacabana acepta todo. Y todo lo transforma.

Una acera que late al ritmo de la ciudad

El paseo marítimo no es solo un espacio de paso: es una pista de baile, una galería de arte, un gimnasio al aire libre y una pasarela de egos. La acera ondulada, diseñada por Roberto Burle Marx, es uno de esos símbolos que parecen más viejos que la ciudad misma. Blancos y negros que dibujan olas eternas, como si la tierra quisiera imitar al mar. Sobre ese dibujo se deslizan corredores, ancianos con bastón, patinadores que parecen salidos de una peli de los 80, y familias que pasean sin apuro, como si el tiempo, aquí, se hubiera derretido bajo el sol.

Por las noches, la película cambia. Las luces se encienden, los kioscos se animan, y la Copacabana nocturna se convierte en otro universo. Uno más sensual, más peligroso, más íntimo. El hedonismo vintage se mezcla con los beats electrónicos y las botellas de cerveza compartidas entre desconocidos.

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“El pasado glamuroso y el futuro vibrante se dan la mano aquí mismo”

Lo curioso es que todo esto no nació ayer. Ni la fiesta, ni el caos ordenado, ni el glamour a medio vestir. En los años 50, Copacabana era el retiro de la alta sociedad brasileña. Aquí se escribieron poemas, se grabaron canciones y se gestaron romances de telenovela. Luego vinieron los años 70, y la playa creció, literalmente. Se ganó tierra al mar, se construyeron hoteles, y Copacabana se convirtió en símbolo de la cultura pop brasileña, con sus excesos, su erotismo y su alegría desbocada.

Y como todo icono verdadero, ha sabido reinventarse. Ha peleado contra la erosión, contra la basura, contra el olvido. Se ha modernizado sin perder la esencia. El secreto ha sido mantenerse imperfectamente viva. Un lugar donde puedes encontrar lo más nuevo de la moda global junto a una sombrilla desvencijada heredada de los años 80. Un lugar donde el presente es un remix constante del pasado.

“Aquí el futuro tiene olor a sal, a bronceador y a promesas”

Lo que hace único a Copacabana Beach es su capacidad para ser muchas cosas al mismo tiempo. Glamourosa pero popular. Elegante pero caótica. Moderna pero nostálgica. Una metáfora de Brasil y del ser humano, al fin y al cabo: contradictorio, apasionado, siempre al borde de una carcajada o una tragedia.

Bajo esa luz cegadora del mediodía, uno se pregunta si no estaremos soñando todo esto. Si esta playa es real o una invención colectiva que decidimos sostener para no perder la esperanza en la belleza. Porque Copacabana Beach no es solo un lugar. Es una prueba de que el verano no tiene que acabarse, que la música no tiene que apagarse, que la belleza no tiene por qué obedecer a las normas.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)


Copacabana es un escenario donde lo retro y lo futurista se abrazan sin pedir permiso

El paseo ondulado de Burle Marx es más que una acera, es una declaración de principios

El verano eterno existe y se llama Copacabana Beach


Y entonces, uno se queda mirando el horizonte, mientras el sol cae como una fruta madura sobre el Atlántico. ¿Será este el último atardecer perfecto del mundo? ¿O simplemente el próximo capítulo de esta historia de arena, sal y samba que se niega a terminar?


Como se explica en esta entrevista
Un vistazo a la historia secreta de Copacabana
Imágenes inéditas del pasado retro de la playa
La arquitectura vintage que define su horizonte

¿Por qué TIVOLI AUDIO se ha vuelto un objeto de deseo retro?

¿Por qué TIVOLI AUDIO se ha vuelto un objeto de deseo retro? El diseño retro de TIVOLI AUDIO esconde una tecnología brillante

Los altavoces con diseño retro también saben sonar al futuro 🔊

TIVOLI AUDIO no es solo una marca. Es una declaración. Un pequeño artefacto de madera que, una vez encendido, despierta en el salón algo más que música. Despierta una memoria, una estética, un estilo de vida que parecía perdido entre pantallas táctiles y asistentes de voz que no saben qué hacer cuando les pides una canción de Sinatra. En un mundo donde todo cambia cada martes, TIVOLI AUDIO propone otra cosa: quedarse, sonar, perdurar.

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La magia del diseño retro no es capricho: es confianza. Y en este caso, también es madera, es dial, es ese click firme del volumen al girar el botón, esa sensación de “esto no se va a romper mañana”. A mí me pasa algo curioso: cuando enciendo mi Model One BT en color Avocado Green, no solo escucho música. Me invade una tranquilidad particular, como si todo lo demás pudiera esperar.

El encanto secreto de los objetos que envejecen bien

Dicen que las cosas buenas mejoran con el tiempo. El vino. Las botas de cuero. Las radios con sintonizador analógico. “Lo que se hacía bien antes, sigue funcionando ahora”, me dijo un amigo carpintero que solo escucha jazz en vinilo. Él tiene razón, claro. Pero TIVOLI AUDIO ha ido más allá: ha metido un chip Bluetooth en ese recuerdo, sin que chirríe, sin que se note. Esa es la verdadera alquimia.

Porque sí, puedes escuchar Spotify desde tu móvil, pero cuando esa música sale por un altavoz hecho de madera real, diseñado con proporciones mid-century y un sonido que acaricia en lugar de empujar, el presente se vuelve más amable. Y eso, créeme, no es poca cosa.

Tener un dispositivo de TIVOLI AUDIO no es solo tener un altavoz. Es hacer una elección estética. Es colocar belleza funcional en medio del caos plástico. Es decirle al mundo que no todo lo moderno tiene que parecer salido de una nave espacial.

“Los objetos con alma no necesitan actualizaciones”

“No hay futuro sin pasado”, leí una vez en una vieja novela que alguien había olvidado en una cafetería. Esa frase me volvió cuando descubrí el SongBook, el modelo portátil de TIVOLI AUDIO con asa incorporada, batería de 10 horas y un look que parece sacado de una tienda de campaña de los años 70. Pero cuidado: debajo de esa carcasa vintage hay un preamplificador serio, capaz de darle vida hasta a los vinilos más cansados.

Y es que eso es lo que hace especial a esta marca: la capacidad de unir lo útil con lo hermoso, lo técnico con lo emocional. Porque no hay nada más triste que un altavoz inteligente que no te inspira ni a mirarlo. El SongBook, en cambio, lo quieres llevar a todos lados, como si fuera un compañero de aventuras.

¿Y sabes qué más? Que funciona. No solo por dentro. También por fuera. Porque estos aparatos tienen el tamaño justo para no estorbar, la forma exacta para encajar con cualquier decoración que se atreva a soñar con la estética de los 60 y 70, ese momento glorioso donde el diseño no necesitaba justificar su existencia.

La nostalgia como motor, no como ancla

Lo curioso de la nostalgia bien entendida es que no te empuja hacia atrás. Te impulsa hacia adelante con estilo. Quienes compramos una radio TIVOLI AUDIO no lo hacemos solo por melancolía. Lo hacemos porque anhelamos una tecnología más humana, que no grite, que no luzca artificial, que no esté hecha para descartarse en un par de años.

Por eso, cuando conecto mi teléfono al Model One BT, siento que le estoy haciendo justicia a mi música. Y cuando lo apago, queda ahí, hermoso, como un objeto decorativo con sentido. Como un símbolo de otra forma de vivir el presente.

“Todo suena mejor cuando lo escuchas con respeto”

TIVOLI AUDIO tiene un detalle que siempre me ha parecido una declaración de principios: los botones no hacen ‘bip’, hacen ‘clic’. Suenan a algo mecánico, real. Como si detrás no hubiera solo algoritmos, sino personas. Como si cada aparato hubiera sido pensado por alguien que también odia los cables sueltos, el plástico barato y la promesa falsa de la obsolescencia programada.

Porque lo que compramos, al final, no es solo un dispositivo. Es una forma de estar en el mundo. De oírlo. De entenderlo.

Y si alguna vez has tenido uno de estos altavoces en tu salón, ya lo sabes: suena distinto. Y no solo por los componentes acústicos, que son, por cierto, impecables. También por el diseño funcional, la caja de resonancia de madera, el amor al detalle. Como explican en este estudio sobre percepción de calidad y materiales nobles, todo eso se nota.

El diseño funcional que nunca pasa de moda

Hay objetos que nacen viejos. Hay otros que no envejecen jamás. Los productos de TIVOLI AUDIO pertenecen a esta segunda especie. La decoración mid-century, con sus formas curvas, colores terrosos y proporciones humanas, nunca ha desaparecido del todo. Solo necesitaba que alguien la tradujera al lenguaje digital con respeto y buen gusto.

El resultado es esta línea de altavoces Bluetooth y radios analógicas que puedes encontrar en tonos como Golden Hour Orange, Walnut/Beige o Blanco Nacarado. Colores que no chillan, que no quieren llamar la atención, pero que saben que la van a atraer.

Lo retro no está de moda. Lo retro es lo eterno

Lo más interesante es que este fenómeno no está aislado. Existen otras marcas que también han entendido que lo retro no es una tendencia, sino una forma de mirar el mundo con más calma.

Bang & Olufsen, por ejemplo, lleva décadas mezclando diseño escandinavo con alta fidelidad. Marshall rescata la estética rockera sin perder ni un decibelio de potencia. Roberts Radio y Ruark Audio en el Reino Unido hacen radios que podrían estar en una película de época y en tu cocina al mismo tiempo.

Pero hay algo en TIVOLI AUDIO que las diferencia. Quizás sea el tamaño perfecto. O el tono exacto. O la sensación de que alguien ahí fuera también pensó que la belleza debía sonar bien.

¿Estamos ante el verdadero lujo del presente?

En un mercado lleno de gritos, interfaces táctiles y promesas fugaces, el verdadero lujo es lo que se queda, lo que no cambia cada temporada. Y eso es exactamente lo que ofrece TIVOLI AUDIO: una tecnología nostálgica que no se rinde ante la moda, sino que la transforma en legado.

Así que si te preguntas por qué alguien elegiría un altavoz con aspecto de radio antigua en lugar de una barra de sonido futurista, la respuesta es simple: porque la emoción no se mide en píxeles, se siente en el pecho.


“La música bien escuchada es una forma de resistencia”


“Lo que se hacía bien antes, sigue funcionando ahora” (Refrán popular)

“La nostalgia es la forma más elegante de decir ‘te extraño’” (Fragmento de carta hallada en una radio antigua)


TIVOLI AUDIO mezcla tecnología nostálgica y diseño funcional como nadie

El estilo años 70 no es pasado, es presente bien vivido

Altavoces Bluetooth que respetan el silencio entre canciones

Radios analógicas que sintonizan más que frecuencias: sintonizan emociones


¿Y tú? Escuchas… ¿o solo pones música?
¿Cuánto vale un objeto que mejora con los años en vez de desaparecer?
¿Y si el futuro fuera, en realidad, una versión mejorada del pasado?

ÚRSULA CORBERÓ y el futuro secreto del glamour vintage

¿Puede una portada de revista viajar en el tiempo? ÚRSULA CORBERÓ y el futuro secreto del glamour vintage

«Una portada no es solo una imagen. Es una declaración de intenciones.»

ÚRSULA CORBERÓ aparece en la portada de VOGUE ESPAÑA como si hubiese salido de un sueño entre neones y terciopelo, entre espejos empañados por el pasado y luces que apuntan al porvenir. Una visión firmada por la hipnótica lente de ELIZAVETA PORODINA, que no solo fotografía, sino que invoca. Lo que se ve ahí, bajo ese foco teatral y esa mirada felina, no es solo a la actriz que conocimos corriendo con monos rojos y máscaras de Dalí. Es una especie de deidad del GLAMOUR VINTAGE que se disfraza con el estilo retrofuturista de BALENCIAGA PRIMAVERA 2025, como si las décadas pasadas y futuras se hubieran dado un beso al final de la pasarela.

Todo en esa imagen es exceso, pero también contención. Es pasado, pero también presagio.

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Origen: Úrsula Corberó Serves Vintage Glamour as Vogue Spain’s May 2025 Cover Star

Cuando una actriz se convierte en concepto

He aprendido con los años que no hay mayor truco en la moda que encontrar el rostro perfecto para un concepto. Y en este caso, Úrsula Corberó no actúa: encarna. Su elección no es casual, sino certera. ¿Quién más podría combinar esa expresión desafiante con una elegancia casi líquida? Su cuerpo es lenguaje, y en esta portada habla con acento de otros tiempos, pero en código binario. Porque si algo ha demostrado esta actriz es que no necesita cambiar de registro: los registros se adaptan a ella.

La simbiosis con Porodina es tan evidente como envolvente. La fotógrafa, conocida por sus juegos de sombras y sus atmósferas espectrales, le da a Corberó una dimensión pictórica, casi onírica. Es como si alguien hubiera arrancado una página de una novela de ciencia ficción escrita en los años setenta y la hubiera proyectado en papel satinado. Esta portada no es para mirarla: es para quedarse a vivir en ella.

«El futuro se viste con la nostalgia bien entendida.»

Glamour vintage y estilo retrofuturista: ¿enemigos o amantes?

Seamos honestos: el término retrofuturista suena a contradicción, pero en realidad es una fórmula mágica. Es como si el pasado, en vez de quedarse quieto, hubiese decidido imaginar su propio porvenir. En la colección Primavera 2025 de Balenciaga, eso es exactamente lo que pasa. Las siluetas del maestro Cristóbal Balenciaga no se repiten: se reinterpretan como si fueran esculturas mutantes, con tejidos que parecen haber llegado desde otra dimensión.

Helena Tejedor, responsable del estilismo en la sesión, juega con esas líneas del tiempo. Mezcla hombreras exageradas con cortes minimalistas, gafas envolventes con peinados inspirados en las divas de los años cuarenta. Todo huele a viejo, pero brilla a nuevo. Como si el guardarropa de una estrella del pasado hubiese sido hackeado por un androide elegante.

Y ahí está Úrsula, desafiando la cronología. El cuero rígido se convierte en armadura emocional, los brillos metálicos en campos de fuerza. Ella no posa: resiste. La portada no seduce: atrapa.

Las portadas que no se conforman con ser bellas

Las revistas de moda, lo sepamos o no, han sido las grandes autoras del guion visual de nuestras vidas. No exagero. Desde la primera vez que una mujer apareció con sombrero en una ilustración de Vogue a principios del siglo XX, hasta esta fantasía galáctica con Corberó, las portadas nos han dicho quién deberíamos ser, cómo vernos, y —más recientemente— cómo romper todo eso.

Pero también han sido espejos deformantes. Y justo ahí es donde esta portada marca la diferencia: no refleja, sino que cuestiona. ¿Qué es la feminidad ahora? ¿Qué fue antes? ¿Qué se espera de una mujer que ocupa ese espacio central en una publicación como VOGUE ESPAÑA?

Porodina y Corberó no dan respuestas, pero las insinúan con poder. Nos devuelven una imagen fuerte, sobria y teatral, pero también vulnerable. Porque lo verdaderamente femenino —y lo verdaderamente humano— nunca se deja atrapar del todo por una lente.

«La moda no es disfraz. Es armadura, es arte, es mensaje cifrado.»

Cuando las colaboraciones no son estrategia, sino alquimia

En la industria de la imagen, no todo es postureo y marketing. Hay colaboraciones que funcionan como si las partes implicadas hubiesen estado destinadas a encontrarse. Eso pasa aquí. La química creativa entre Elizaveta Porodina y Úrsula Corberó no es algo que se pueda producir con un algoritmo ni diseñar en una reunión de redacción. Es un cruce de energías, de estilos, de códigos visuales y de personalidades.

El resultado es mucho más que una simple portada bonita: es un manifiesto visual. Un retrato que no solo documenta una tendencia, sino que genera un nuevo imaginario. Porque una imagen puede ser efímera, sí, pero también puede quedarse tatuada en la retina colectiva.

Y eso, querido lector, no se consigue todos los días.

El nuevo lenguaje del pasado

El auge del glamour vintage no es una moda pasajera. Es un síntoma de algo más profundo: la necesidad de volver a lo esencial, a lo estético con sentido, a lo emocionalmente reconocible. En un mundo saturado de filtros, hiperrealidades y algoritmos, hay algo profundamente conmovedor en ver una portada que parece sacada de un sueño retro.

Las revistas lo han entendido. Ya no se trata solo de vender ropa o accesorios, sino de vender una emoción, una atmósfera. De hacer que el lector, por un instante, se sienta parte de una historia más grande. Y esa historia, en este caso, es un puente entre el ayer y el mañana, con Úrsula como guía y Porodina como medium visual.

La moda pasa. El estilo, si sabe viajar en el tiempo, permanece.” (Eco de Coco Chanel)

¿Y ahora qué?

¿Seguirán las revistas apostando por este tipo de narrativa visual? ¿Se consolidará la estética retrofuturista como el nuevo lenguaje del lujo editorial? ¿O estamos ante un destello único, una rara conjunción astral entre talento, estética y momento histórico?

Lo que está claro es que esta portada ha hecho algo que muy pocas logran: detener el tiempo. Y en ese instante suspendido, todos —lectores, estilistas, fotógrafos, actrices— nos sentimos parte de algo que va más allá de una tendencia. Es un susurro del pasado que se vuelve grito del futuro.

Y tú, ¿te atreverías a escuchar lo que esa imagen está tratando de decirte?


Una imagen poderosa no se ve. Se intuye. Se queda.”

El futuro es un pasado que aprendió a vestirse mejor.”

Úrsula Corberó no posa. Encanta.”


¿Y si la próxima portada que nos inspire ya fue soñada hace décadas? ¿Y si el secreto de la moda no está en innovar, sino en recordar con estilo?

PIEZAS PARA COCHES CLASICOS EN DESGUACES ONLINE

Los automóviles tradicionales junto a lo retro son moda. No son trastos inútiles, se valorizan. El mercado de los automóviles clásicos está en plena efervescencia, porque es fácil encontrarlos por Internet aunque no lo es tanto encontrar piezas para ellos. Aunque os voy a decir en donde encontrarlas online. 

PIEZAS PARA COCHES CLASICOS EN DESGUACES ONLINE

El incremento del sector de los turismos clásicos es indudable. Si atendemos a la cantidad y variedad de eventos de vehículos vintage nos damos cuenta de que esto es una verdad irrefutable. Modelos fielmente restaurados y otros estupendamente mantenidos, muchas veces conforme a las especificaciones de los fabricantes originales. Hoy día tener un Seat 1430  o un 600 y tenerlo como recién salidos de la factoría, no es una locura.

Los dueños recurren a Repuestos Originales para devolver a sus autos la juventud perdida. El vehículo tradicional se revaloriza y tiene mucha relevancia en las subastas, pero a la hora de renovarlos hay que tener cuidado con la compatibilidad de las piezas.

Son muchos los fabricantes generalistas que tienen líneas para turismos tradicionales, y en general, en un desguace, que ahora suelen ser online también, es relativamente fácil encontrar esas piezas de segunda mano. La clave en un vehículo antiguo restaurado es que no pierda la originalidad. Tenemos el caso de Volkswagen, que tiene una línea de Repuestos Originales Tradicionales «Volkswagen Classic Parts», sobre todo para los clásicos Escarabajos y las furgonetas T1, T2, T3.  Para encontrar esas piezas que necesitas para tu vehículo, clásico o no, te recomiendo ir a la pagina web del desguaces online.

Aquellos vehículos, que por ejemplo, se hicieron en los años noventa, tienen hoy una dependencia tecnológica notable. Es complicado comprar turismos clásicos en buen estado y hay que tener un taller de confianza y el desguace de piezas también localizado para conseguir todo lo que nos hace falta a la hora de restaurar el clásico.

Que el mecánico, sobre todo si es muy «joven o moderno» entienda de coches clásicos, es también todo un reto. Si es de esos que para todo te sacan el ordenador para detectar el fallo, mal vamos. Porsche o Ferrari conocen este problema y también tienen departamentos para satisfacer las demandas de estos clientes.

El Mustang tuvo sus versiones deportivas y se inmortalizó en películas de Hollywood

Y hablando, para terminar, de coches clásicos, os comento unas líneas del Ford Mustang, un deportivo convertible, accesible, ligerísimo, que ha rivalizado de siempre con el Camaro de Chevrolet. El Mustang tuvo sus versiones deportivas y se inmortalizó en películas de Hollywood. Y el Mustang ha vuelto con modelos restaurados. Para restaurar el Mustang hay piezas de fabricantes americanos con muy buena calidad, aunque son más caras que las chinas y coreanas que no son fiables.

Originally posted 2019-03-20 12:15:24.

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